Apenas regresó de los EEUU, Massa y todo su equipo se concentraron en el presupuesto 2023 que finalmente fue enviado al Congreso. Sin dudas fue bocetado por y para los usureros y las corporaciones.
Escribe: Gerardo Uceda
Como siempre, el presupuesto tiene altas dosis de ficción, funcional a las metas pactadas con los poderosos. Se trata de un dibujo al servicio del ajuste y a la medida del Fondo Monetario. Claramente predominan los recortes en diferentes áreas sociales, dejan correr un ajuste inflacionario sobre los bolsillos populares y el único ítem que crece en forma significativa, no por casualidad, es el de servicios (pagos) de la deuda.
A cuatro días de haber llegado de su gira (ver artículo anterior), Massa puso a todo su equipo a trabajar en el presupuesto 2023. Envalentonado por el apoyo recibido en los EEUU por parte de los funcionarios del Fondo y del propio gobierno yanqui, el súper ministro confía en que este año, distinto del anterior, sí podrá contar con los votos necesarios para hacerlo ganar. No es para menos, el ajuste para el año próximo no podría ser más consecuente con el programa y la agenda de la derecha de JxC, ni estar más a tono con los reclamos del FMI. Tanto es así, que el propio diario La Nación lo caratula como “un sorpresivo menú para profundizar el ajuste” y que “apuntan a cumplir con las metas del Fondo Monetario”, más clarito imposible.
Como todo presupuesto, fija las pautas de crecimiento esperado, tipo de cambio nominal a fin del año próximo y las metas de inflación. Pero ya veremos que todos estos números y metas están dibujadas al servicio de cumplir con las exigencias del FMI que son reducir el déficit fiscal del 2,5% al 1,9%, es decir otro ajuste comparable al que aplica Massa actualmente, llegando al 0,68% del PBI. Y no será más que preparatorio para el que tendrán que aplicar en el 2024, cuando los pagos de la deuda contraída por Macri y acordada por Alberto suban de manera considerable, según precisamente indican los términos del acuerdo.
Una de las cosas más llamativas es el reconocimiento en el presupuesto de que el crecimiento previsto para todo el 2023 será sólo del 2% (algunas voces de economistas cercanos hablan de que incluso podría darse crecimiento 0%, es decir estancamiento completo). Este número, muy inferior al pronosticado a mediados de este año del 3% y menor al que previó el FMI, que llegaba al 3,5%, es en primer lugar, una aceptación implícita de que teníamos razón cuando dijimos que el 10,5% que pregonaban Guzmán y Alberto del 2021 era un rebote post pandémico y no un crecimiento real como decían. Ni siquiera esconde que el 4% del 2022 ya se ve frenado por el propio ajuste brutal de las medidas de Massa al asumir, donde todos los economistas advirtieron que se había frenado la actividad industrial bruscamente. En términos prácticos, el gobierno está reconociendo que vamos a una nueva fase de estanflación, esta vez promovida desde arriba por el ajuste y en cumplimiento con las metas del Fondo.
Para el tipo de cambio nominal oficial anticipa un dólar a $ 269 a fin de año, con un promedio cercano a los 220. Esto, que es presentado como un logro de la política del ministro, de haber evitado una devaluación abrupta forzada por las corridas cambiarias que agitaron los meses de julio y principio de agosto, en realidad representa una devaluación del 92% comparado con el valor actual del dólar, con la consecuente repercusión sobre los salarios y jubilaciones cada vez más empobrecidos.
Finalmente, donde se nota más crudamente el dibujo del presupuesto es en la pauta inflacionaria a la cual aspiran, según sus propias palabras. El presupuesto habla de 60% de inflación anual. Este valor está totalmente fuera de la realidad, sobre todo teniendo en cuenta que la del 2022 terminará en el 95% o más aún y que con la sola “inflación inercial” es probable que el 50-60% se alcance mucho antes de diciembre 2023. Pero además, porque el propio presupuesto habla de un aumento del dólar superior al 90%, lo que ya sabemos tracciona la inflación hacia esa cifra por la dependencia del dólar que tiene toda nuestra economía. Es por eso que las consultoras privadas la ubican en un 84% si todo anduviera más o menos bien. Este dibujo tiene un objetivo central, con el que acuerda todo el poder, y es licuar las partidas asignadas a cada uno de los presupuestos sociales y los salarios y jubilaciones, que, con las restricciones prometidas por Massa y la promesa de no dar más bonos ni adelantos, terminan significando mucho menos dinero que el presupuestado hoy.
Algunos números elocuentes
Si uno toma entonces como base una probable inflación del 84%, se evidencia que en todas las áreas hay una baja en las asignaciones, y no sólo frente a la inflación sino en su relación con el PBI (aún creciendo sólo un 2%). La excepción a esta regla claro está es con respecto a los Servicios (pagos) de la deuda externa que pasan de 1.333.737 miles de millones (2022) a 2.664.389 miles de millones (este 100% de aumento, en realidad es un aumento neto del 8,5% si se tiene en cuenta la inflación esperada del 84%). Es decir, pasan del 1,63% del PBI al 1,81% en el próximo año. Y eso que en el 2023 aún no está el grueso de los pagos del acuerdo, que recién se incrementan en 2024.
Otro presupuesto que aumenta es el de salud, que pasa de 639.000 a 1.188 mil millones, pero en términos reales, aplicada la inflación real probable sólo aumenta un 1%. Otro tanto pasa con ciencia y técnica, que evidencian un crecimiento del 24% en términos reales, aunque partiendo de un nivel bajísimo heredado del macrismo. Estos dos únicos aumentos están muy por debajo de las erogaciones de la deuda pública como se ve.
Siguiendo la línea del ajuste que inauguró al asumir Massa y que avala Cristina, los presupuestos para Seguridad Social y de vivienda y urbanismo bajan en términos reales entre el 8,5% y el 9%. Mostrando que un eje del ajuste pasa efectivamente por los sectores más humildes y con necesidad de planes sociales y AUH. Otro tanto pasa por Educación, en donde el recorte llega al 4,1%, pasando de 993.000 en 2022 a 1.754.000 mil millones en 2023, si se tiene en cuenta una inflación del 84%, sólo para mantenerlo tendría que haber sido por más de 1.827.000 mil millones.
También bajan las partidas asignadas a las provincias (que seguramente protestarán porque se trata de un año electoral), claro que el gobierno los autorizó a aumentar impuestos provinciales que no están contemplados en el acuerdo con el FMI. Un punto conflictivo es que, por más que el presupuesto se compromete a no aumentar impuestos (una concesión a los empresarios), es que el Fondo le está pidiendo que les saque los beneficios impositivos a sectores que hoy son beneficiados y que representan un 0,6% del PBI (lo cual es más que atractivo para el Fondo), esto se refiere especialmente a las mineras, pero también a regímenes especiales como los de Tierra del Fuego, impuesto a las ganancias a los jueces, etc.
El presupuesto también contempla que seguirán reduciendo los subsidios a la energía lo que prevé una reducción del 0,33 puntos del PBI, simplemente por la aplicación plena de la segmentación tarifaria (tarifazos).
Como se ve en este resumen, el grueso del presupuesto es de ajuste y sigue la misma línea que la aplicada este año por la dupla Cristina-Massa, al cual los trabajadores y el pueblo deberemos enfrentar saltando por encima de las burocracias sindicales socias del gobierno, si no queremos caer en mayor pobreza y miseria.