Sí que lo hizo. Su gobierno abrió, como ningún otro antes, nuestra economía al capital transnacional y al endeudamiento externo, sumiendo al país, luego de los primeros años de aparente bonanza, en una brutal crisis de recesión, desocupación y pobreza. Los liberales que ahora reivindican su gestión esconden que la experiencia neoliberal terminó con el estallido del 2001.
Escribe: Gustavo Giménez
Corría el final de la década del 80, el gobierno de Alfonsín transitaba una durísima crisis producto del descalabro al que había llevado al país sumido en una grave hiperinflación y enormes conflictos sociales. La fórmula Menem/Duhalde, triunfante en las elecciones presidenciales, asumía el gobierno varios meses antes, el 8 de julio de 1989, para intentar apagar el incendio. Menem había logrado la candidatura del PJ, luego de derrotar en una interna nacional, al que fuera líder de la renovación peronista, considerado un seguro ganador, Antonio Cafiero. Sus promesas en la campaña electoral, en que derrotó a Angeloz (UCR), fueron «la revolución productiva» y el «salariazo».
Una vez ganada la elección su discurso y programa de gobierno cambiaron
completamente. Como lo reconoció posteriormente: «si les decía lo que iba a hacer, no me hubieran votado». Forjó una alianza política para gobernar con el ultra liberal Ingeniero Álvaro Alsogaray de la UCD, tercero en la contienda electoral con un 7%. Aggiornó el viejo programa peronista, adecuándolo a los vientos del liberalismo más ortodoxo que, en la década del 90, atravesaron el mundo y la región, bajo la letra del Consenso de Washington.
Una de las postales más recordadas de esta época de «pizza con champagne», fue la foto de la Secretaria de Ambiente, María Julia (la hija del ingeniero), arropada solo con un tapado de visón.
Cambiando el tradicional discurso seudo nacionalista del peronismo y abandonando sus tres banderas, la alineación completa con el gobierno yanqui fue uno de sus principios fundamentales. Su canciller Guido Di Tella acuñó la famosa frase de «las relaciones carnales» con EEUU, que alentaría Menem en sus encuentros con «my friend» -el presidente George Bush (padre)-. Como consecuencia de esta nueva alineación internacional la Argentina abandonó el Movimiento de los «no alineados», para ser nombrada, en 1998, aliada importante extra OTAN. El reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas fue sustituido por una «política de seducción» que incluía mandarle regalos a los kelpers.
Las reformas estructurales en la economía del país
Tres ministros de economía antecedieron al arquitecto del plan de Convertibilidad, Domingo Cavallo. Fueron primero dos directivos de la multinacional Bunge y Born, Miguel Ángel Roig (fallecido prematuramente) y Néstor Rapanelli, artificies del plan BB que fracasó rotundamente. Luego, a fines de 1989, ocupó brevemente la cartera económica, Ermán González, quién para enfrentar el descalabro que significó la segunda hiperinflación, ideó y puso en funcionamiento el plan Bonex, por el cual se confiscaron todos los depósitos bancarios y se los reprogramó con bonos en dólares pagaderos a muy largo plazo.
Las reformas requeridas por EEUU comenzaron tempranamente. El 17 de agosto de 1989 fue sancionada la Ley de Reforma del Estado, que permitió la privatización de alrededor de 400 empresas estatales. Uno de los lobistas centrales de una de las privatizaciones claves, la de la estatal YPF, fue justamente la familia Kirchner, aunque luego, en su cambio de relato, intentan tapar o justificar este hecho. Desde un comienzo se aplicaron reformas desreguladoras de la economía, reduciendo cupos y aranceles de importación, liberando los precios, etc.
Con el advenimiento de Domingo Cavallo y la firma del Plan Brady se van a completar los principales pilares de esta política neo liberal. El super ministro de economía de aquellos años fue el creador del Plan de Convertibilidad, por el cual se ató el Peso argentino al valor del dólar, un peso valía un dólar. Con lo cual se terminó por unos años, con la inflación, como es recordado y reivindicado por los economistas que levantan distintas formas de dolarización en nuestros tiempos.
Lo que no dicen estos adoradores de la Convertibilidad, es que se garantizó con un brutal endeudamiento del país. La deuda externa de la Argentina aumentó, Plan Brady mediante, de los U$S 60.000 millones heredados del gobierno de Alfonsín a U$S 140.000 a fin de su segundo mandato. Menem había pagado U$S 116.000 millones, entre capital e intereses, rematando las empresas del Estado a precio vil, e igualmente la deuda aumento un 123% durante sus dos mandatos.
Cierres de industrias, crisis social, desocupación, pobreza récord y represión a las luchas.
Hubo resistencia a las privatizacio- nes, como las luchas de los ferroviarios o telefónicos, que sufrieron duras derrotas gracias a la falta de apoyo de la burocracia traidora. En 1992 hubo una enorme pelea contra las transferencias de las escuelas secundarias nacionales a las provincias y la sanción de la nueva Ley Federal de Educación, derrotada gracias a la traición y complicidad de la conducción Celeste de la CTERA.
La paridad cambiaria provocó una apreciación del peso. Esto que en un primer momento abarató el turismo argentino en el exterior, provocó una avalancha de importaciones que, alentadas además por la baja de las regulaciones protectoras de la industria nacional, provocó una gran ola de cierres de empresas que no podían competir.
La recesión, sumado a que las privatizaciones dejaron a 100.000 trabajadores de las empresas estatales en la calle y hubo una fuerte reducción de la planta de trabajadores de la administración estatal, provocó a su vez una baja del consumo que terminó por estallar en fuertes puebladas.
Primero fue el santiagueñazo en diciembre de 1993, luego los dos cutralcazos (1996 y 1997), Gral Mosconi, el levantamiento de Jujuy, entre otros. Estos levantamientos que terminaron en triunfos al derrotar la represión a manos de la gendarmería y las policías provinciales, aunque su cosecha económica fue menor, concesiones menores (planes Trabajar), las peleas del interior castigado fueron paulatinamente instalándose en Buenos Aires.
Corrupción y cambios en el régimen político para garantizar la reelección
Al desfalco que significaron la entrega del país al capital trasnacional y los buitres de la deuda, se sumó una enorme corrupción en el ámbito estatal. La frase famosa del otrora ministro José Luis Manzano «yo robo para la Corona», fue seguida por los escándalos de la venta de armas secreta a Croacia y Ecuador, las coimas de Siemens, los hoteles de María Julia, el caso Yoma, la voladura intencional de los arsenales de Rio Tercero, la complicidad estatal, nunca terminada de esclarecer, en el atentado a la AMIA, etc. Menem, salvo un corto periodo de detención, nunca fue condenado y termino sus días como senador de la Nación, siendo candidato en las boletas de Cristina.
En 1994, en un acuerdo con Alfonsín -el Pacto de Olivos-, se realizan reaccionarios cambios en la Constitución Nacional, para garantizar la reelección del presidente Menem, que no estaba previsto en el texto anterior, entre otras
También, luego de sofocar le último de los levantamientos militares encabezado por Ali Seineldín, Menem proclamó los indultos a las cúpulas militares de la Dictadura y a los jefes guerrilleros condenados por la aplicación de la teoría de los dos demonios. Con un discurso que llamaba a la reconciliación nacional con los genocidas, que contó con el vergonzoso aval de Firmenich y los jefes montoneros, la lucha contra la impunidad pego un nuevo salto, que logrará años después, derrotar esta maniobra tendiente a reconstituir a las derrotadas y repudiadas fuerzas represivas.
El gobierno de la Alianza y el Argentinazo
Una reacción masiva al desastre que dejaron los gobiernos de Menem constituyeron las elecciones de 1999 en las cuales se impuso la Alianza UCR – Frepaso de De la Rúa y el Chacho Álvarez, a la fórmula del PJ encabezada por Eduardo Duhalde y Palito Ortega.
Su discurso progre y nacionalista duró muy poco. Pronto dio paso a una política que continuó en lo esencial en el curso neoliberal del menemismo. Quizás su mayor símbolo fue la continuidad del ministro Domingo Cavallo en la administración aliancista.
El «Blindaje» y el «Megacanje», acuerdos con el FMI instrumentados por el gobierno de De la Rúa y sus ministros de economía, Machinea, López Murphy y Cavallo. La crisis provocada por el enorme peso del endeudamiento, la retirada del apoyo de los organismos financieros internacionales y una enorme fuga de capitales, hicieron que el plan económico apoyado en la Convertibilidad monetaria estallara, provocando un enorme levantamiento social que arrastró al gobierno y puso totalmente en crisis al régimen político que gobernaba el país.
Con una desocupación que saltó del 14% al 25% en el peor momento y una pobreza que llegó a la mitad de la población, sus políticas de ajuste recuerdan al descuento del 13% en los sueldos estatales y las jubilaciones, para achicar el déficit fiscal, muy defendidas en aquellos años por la Ministra de Trabajo, «la piba» Patricia Bullrich.
Los intentos de, con la colaboración sindical, reformar las condiciones laborales, encabezados por el frepacista ministro de trabajo Flamarique, fueron frenados cuando se destapó el escándalo de coimas de la tarjeta «Banelco» y fueron el motivo que detonó la renuncia del vicepresidente y líder del Frepaso Carlos Álvarez-aunque la mayoría de los funcionarios de este origen continuaron en sus cargos y varios integraron las administraciones kirchenristas y el gobierno actual-.
Durante el gobierno de la Alianza se destacó junto al reagrupamiento piquetero, la gran movilización estudiantil universitaria que terminó con el intento ajustador de López Murphy, hasta el estallido popular de diciembre del 2001, que liquidó este plan de ajuste y represión. Lo derrotó en las calles, con un levantamiento revolucionario que, imponiendo la voluntad popular, derrotó a las fuerzas represivas del régimen, que dejaron un tendal de muertos y heridos.
Los records de desocupación y pobreza, acumulados como consecuencia de esta política social hicieron estallar la caldera social y los enormes saqueos que cruzaron todo el país, y la movilización que, con epicentro en Buenos Aires, terminó por voltear al gobierno de De la Rúa, nos muestran la única forma de terminar con estos planes de ajuste, entrega y represión, la movilización en las calles masiva de nuestro pueblo trabajador.
Cambio estructural de la economía a favor de los monopolios y banqueros imperialistas.Un Plan de hambre, entrega y represión
El llamado Consenso de Washington contemplaba como políticas centrales para ser aplicadas por el FMI, el Banco Mundial y el Tesoro norteamericano los siguientes puntos: disciplina fiscal reduciendo el gasto público, aumento de la presión impositiva a la población, aumento de las tasas de interés y relación con el dólar favorable a la inversión extranjera, liberalización de las importaciones y el comercio exterior, eliminación de las trabas a la inversión extranjera directa, privatización de las empresas del Estado, desregulación de los roles del Estado para proteger la economía nacional y el nivel salarial y de prestaciones sociales, seguridad jurídica (garantías para la inversión extranjera fuera del país).
Este fue el plan que aplicó el menemato para continuar con las políticas que ya el ministro de economía de la Dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, había comenzado en 1976. Se trataba de adecuar la estructura capitalista argentina, a los cambios producidos en el mercado mundial y las necesidades del imperialismo.
Nuestra economía que tenía una impronta semi cerrada, con un alto nivel industrial relativo y políticas de sustitución de importaciones, que habían permitido desde mediados del siglo pasado, bajos niveles de desocupación y conquistas salariales y sociales arrancadas con las luchas, debía abrirse al capital trasnacional y cumplir con su rol en la división capitalista del trabajo mundial. Profundizar su rol de proveedora de materias primas, una economía netamente exportadora, fundamentalmente de productos agropecuarios y otras empresas extractivas. Por ejemplo, la soja transgénica y el glifosato, bases del «paquete tecnológico» de la producción del agro negocio de estos tiempos, fueron aprobados en 1996 por el Secretario de Agricultura, Felipe Solá.
Al servicio de esto las herramientas centrales de su política económica fueron: la aplicación del plan de Convertibilidad basado en un fuerte endeudamiento externo, plan Brady mediante. Al fijar la paridad con el peso, el Banco Central solo podía emitir si entraban más dólares en la economía vía endeudamiento o inversiones externas. Se frenó la inflación, pero también se produjo una sobre valuación del peso, que facilitó, levantamiento de trabas mediante, un aumento importante de las importaciones. Estas provocaron un cierre generalizado de industrias y Pymes que no podían competir.
Los otros grandes cambios fueron la privatización de la inmensa mayoría de las empresas públicas a precio de remate, el achique de los presupuestos sociales y la baja salarial por la vía de mecanismos de flexibilidad laboral (tercerizaciones, precarización laboral, etc.), y todo tipo de facilidades para el ingreso del capital transnacional.
El crecimiento relativo del PBI ocasionado durante esos años, fue producto de una grave distorsión económica, en la cual las oportunidades de inversión para las multinacionales, que pudieron comprar empresas estatales a precio irrisorio o importar bienes de capital para sectores concentrados de la economía y otras maniobras contables, se hizo sobre la base de este enorme endeudamiento en una punta y récords de bajos salarios- achicados por nuevas normas de flexibilidad laboral-, pobreza y desocupación en la otra. El «crecimiento» logrado fue derrumbado en gran parte por las crisis del 2001 que hizo retroceder el PBI alrededor del 20%.
Las privatizaciones y el plan Brady
Así se refería Alejandro Olmos Gaona al plan Brady, ejemplificando sobre la compra de empresas estatales con los bonos de este plan, en un reportaje que le realizara PdI: «ese fue uno de los grandes negocios. Menem firmó un decreto por el cual reconocía el valor de 100 a esos bonos que habían sido comprados al 19%, 20% de su valor nominal y con el Brady tenían un 25% menos. O sea, que a los bancos que habían comprado bonos por 19% o 20% se le reconoció el valor de 100 para comprar las empresas del Estado. Una empresa que valía mil millones de dólares, la compraban por el 20%. Así hicieron con un montón de empresas: la de teléfonos, Agua y Energía, etc.»
Se privatizaron alrededor de 400 empresas estatales. Entre ellas Entel, YPF, Aerolíneas Argentinas, la concesión y el desguace de los ramales ferroviarios, Yacimientos Carboníferos Fiscales, Gas del Estado, Subterráneos, Obras Sanitarias, la Caja de Ahorro y Seguro, Somisa, CEAMSE, la Casa de la Moneda, y los canales televisivos (menos ATC).
También se realizó una reforma tributaria aumentando el IVA, el impuesto más regresivo, del 13% al 21% y se privatizó el sistema jubilatorio dando origen al negocio leonino y vaciador de los ahorros de los jubilados, de las AFJP.
La herencia
La concentración monopólica, la extranjerización de la economía, el enorme endeudamiento externo, la dependencia del capital financiero, las privatizaciones, la desocupación, precarización laboral y pobreza estructural son temas que el menemato profundizó y que hemos heredado después de tantos años.
Hoy el país atraviesa una nueva crisis de endeudamiento, y las clausulas impuestas por el FMI, profundizan todos los males que nos llevaron al desastre y al estallido en aquellos años. Muchas de esas políticas vuelven a repetirse de la mano de Massa, Cristina, Alberto y coinciden, más allá de los matices y ritmos, con el curso que quiere imprimir Juntos por el Cambio o Milei a nuestra economía.
Cualquier coincidencia… no es una casualidad.
(1) El título de esta nota refiere a uno de los conocidos slogans de las campañas publicitarias del gobierno de Menem.