Escribe: Cele Fierro
Este 2022 cierra, tanto a nivel internacional, regional y mundial, con hipótesis confirmadas, con alertas que se corroboran y con desafíos impostergables. El informe del IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático). La COP 27 en Egipto. Las tensiones geopolíticas, la invasión imperialista a Ucrania y su impacto socioambiental. La ofensiva del capitalismo chino sobre América Latina y nuestra agenda contra toda la casta extractivista.
Los informes científicos insisten en la necesidad de disminuir y controlar las emisiones de gas de efecto invernadero. El informe elaborado por el IPCC, publicado a principios de este año, alertaba que las emisiones se debían controlar en un plazo de 3 años para no superar 1.5°C de calentamiento global, entendido como el umbral “sostenible”. Además, plantea la necesidad de abandonar la utilización de carbón para 2050 y bajar, mínimo, un 60% el uso de petróleo y un 70% el de gas. No alcanzar estos parámetros hace que la temperatura global aumente, poniendo en riesgo la vida en el planeta. Lejos de políticas tendientes a estos objetivos, los gobiernos del mundo siguen avanzando en la agenda extractivista adicta a los combustibles fósiles.
Muestra de esto fue la COP 27, esta vez desarrollada en Egipto. En esta Cumbre se acordó la creación de un fondo de asistencia ante los daños irreversibles causados por el calentamiento global en base a compromisos que son copy-paste de los anteriores. Estuvo ausente por completo la mención de la salida de los combustibles fósiles. No está de más nombrar la hipocresía de estas Cumbres, y de la última en particular que se realizó en un país bajo un régimen represivo que actúa contra activistas políticos y ambientales, siendo también uno de los que menos políticas públicas impulsa para enfrentar el calentamiento global.
Las semanas que duró la Cumbre, sponsoreada por Coca Cola (corporación campeona del mundo en la contaminación por plástico, explotadora de obreros en todo el globo y factor de enfermedad a escala mundial), sirvieron para cerrar acuerdos y que los gobiernos y corporaciones se pinten de verde. En definitiva, la COP 27 fue puro chamuyo ambiental.
Se confirman las previsiones más catastróficas como vivimos durante todo el año. La multiplicación de violentos eventos climáticos extremos y sus consecuencias sociales y clasistas, tanto en Pakistán, Siberia, el Cuerno de África, Centroamérica y el Caribe, ponen de manifiesto que para poner fin a estos acontecimientos no hay parches que sirvan, porque las causas son sistémicas y estructurales, y las soluciones tienen que ser iguales.
La geopolítica de la rapiña imperialista: la ofensiva de China y más combustibles de origen fósil con la guerra en Ucrania
La invasión del imperialismo ruso a Ucrania, con la participación de EEUU y la OTAN de forma indirecta, no solo afecta a sus pueblos en sus territorios. Esta incursión bélica generó un alza en los precios de la energía y de los granos (commodities), afectando los costos de productos de primera necesidad para la población mundial.
Tenemos que sumar a esto dos cuestiones que afectan la situación socioambiental en el planeta. Por un lado, que producto de la dependencia del gas y petróleo ruso, distintos países buscan otras alternativas, desde reactivar industrias para la extracción y uso de carbón o acuerdos con otros países productores de combustibles fósiles. Lejos están de impulsar el desarrollo de energías limpias para una transición energética. Por el otro, el fortalecimiento armamentístico de los países reactiva esa industria, lo que significa aumentar la emisión de gases de efecto invernadero que se suman a los emitidos por el conflicto bélico en sí. Conclusión: más dependencia de combustibles fósiles, más efecto invernadero y más calentamiento global.
En este contexto, donde la rapiña imperialista está a la orden del día, China apuesta a un circuito de apropiación de bienes comunes baratos y explotación obrera para su propia competencia inter-imperialista. Se expresa en el avance del proyecto impulsado por el gobierno asiático “Ruta de la seda” que nuestro país, como otros 139 de 4 continentes, ha firmado. Este proyecto tiene consecuencias en términos de reforzamiento del extractivismo en todos los continentes sometidos y semicoloniales, que están atravesados por este plan y pierden soberanía al paso que avanza y se consolida.
La disputa interimperialista y la lucha por el reparto del mundo y sus bienes comunes nos pone en la tarea de seguir luchando por la recuperación de esos bienes comunes en manos de las corporaciones (nacionales e internacionales), presentando planes concretos de reconversión energética en clave socioambiental, puesto que los límites que existen para hacerlo no son ni científicos, ni tecnológicos, son políticos y económicos. Es por esto que la defensa de nuestros territorios, de nuestra vida, se une con la defensa de las causas por la emancipación nacional, echando a patadas a las corporaciones, rompiendo con los organismos multilaterales de crédito como el FMI, dejando de pagar la usurera deuda externa, impulsando la lucha antiimperialista de los pueblos. Estas tareas están entrelazadas con la construcción de la herramienta política de la clase trabajadora para su emancipación definitiva cuando tome las riendas de su propio destino.
Extractivismo al palo, activismo socioambiental creciente
La economía globalizada no deja por fuera a nuestro país de los embates de gobiernos ecocidas y corporaciones extractivistas. Además, el sometimiento ante el FMI y sus recetas y condicionamientos impulsan como motores económicos a la megaminería, el agronegocio, el fracking y las plataformas petroleras en el mar argentino.
Estos avances chocan con un fuerte rechazo popular debido a que crece por todo el territorio esta marea verde socioambiental.
Fue así que el diciembre pasado con la puebla en Chubut se logró frenar la zonificación minera en la meseta.
Durante el año se desarrollaron dos procesos centrales de movilización: uno de ellos fue ante las quemas en las diferentes provincias y por la Ley de Humedales, y el otro fue la lucha contra las offshore, el fracking y el gasoducto en el Golfo San Matías.
En ambos casos la movilización tuvo sus frutos, animando la conformación de la resistencia ante dichos planes, aunque el gobierno nacional, los provinciales y la oposición de derecha, sin grieta, mantienen su política ecocida.
El reclamo por la Ley de Humedales no es nuevo, y este año se incrementó ante las nuevas quemas en el Delta del Paraná. La movilización popular logró que se trate en comisiones, pero el lobby minero, ahora impulsando la extracción de litio, y la sed de dólares para pagar la deuda consiguió que se trabe, que salgan dictámenes que desconocen el proyecto consensuado y que aún hoy no tengamos Ley.
La sed de dólares es tal, que ponen en riesgo absolutamente todo. El verano pasado, el Atlanticazo sumó voluntades y fue un Tsunami en defensa de nuestro mar y de la biodiversidad, contra el plan de las plataformas petroleras que solo van a traer más contaminación afectando las economías regionales como así también la flora y fauna marina. Se suspendió gracias al pueblo en la calle y las herramientas legales. Pero tuvo un revés, ya que no podemos olvidar que las instituciones de este sistema, como es la justicia, trabajan para los intereses de los capitalistas… y ahora quieren avanzar.
La resistencia de los pueblos originarios merece un párrafo aparte, los guardianes de nuestra tierra vienen sufriendo una represión feroz como la que se vivió en Mascardi que tuvo la saña patriarcal de detener y desaparecer por horas a mujeres mapuches que hasta fueron desarraigadas de su tierra sin razón legal alguna, este camino represivo también lo sufrieron las y los vecinos de Córdoba que defienden en monte contra la maldita autovía y el heroico pueblo de Andalgalá-Choya que sigue resistiendo los embates del proyecto MARA.
Irracionalidad capitalista
Es irracional que nos sometan de manera simultánea, en un mismo territorio, de norte a sur, de este a oeste, violando toda legalidad, con represión mediante, a actividades extractivas las cuales, todas o la mayoría, están prohibidas en diversos lugares del planeta.
La conclusión a la que es central llegar tomando estos acontecimientos es que: mientras hay un claro avance de la lucha y la resistencia a las actividades depredatorias que saquean, contaminan y ponen en riesgo nuestra vida, también hay un consenso estratégico capitalista de todas las coaliciones burguesas del país, que no solo le da vía libre a estos proyectos, sino que impulsa más, y hasta pretende pintarse de verde, promocionando la extracción de litio como parte de una política de transición energética. Todo al servicio de la acumulación capitalista.
Vivimos en una democracia pro extractivista, donde los que mandan atentan contra la voluntad popular de los pueblos. Mientras hervimos entre incendios y petróleo, manipulan leyes consensuadas y nos inundan ante audiencias públicas truchas. Una verdadera democracia es la que garantiza la verdad o por lo menos el acceso a la información real, es la que permite debatir en todas las instancias públicas para que todos los sectores populares sepamos que no quedan bosques, que no quedan más humedales, que la crisis hídrica es real, que si seguimos este camino nuestra generación se encamina a vivir un aumento a los 4°C de calentamiento global, que el planeta geofísicamente está al límite, que no hay más petróleo en el planeta, por eso utilizan prácticas no convencionales y por eso la deuda que tiene la democracia con los pueblos es la del derecho a decidir, por eso las consultas vinculantes, las audiencias vinculantes y cualquier decisión tiene que ser con las comunidades adentro, porque somos la única garantía de salvaguardar la vida en este planeta.
Denunciarlos, enfrentarlos y plantear alternativas es central para que nadie compre el verso de que no hay otra opción y sólo así podremos sacar al país adelante, cuando queda claro que mientras más extractivismo hay más desigualdad, pobreza y contaminación.
¿Sos o te hacés? Ecologismo oficialista, contradicción insalvable
El debate contra el posibilismo está en todos los frentes, y en la lucha socioambiental el rol de los colectivos oficialistas ha sido cuestionado por el conjunto del activismo. Este año se les cayó del todo la careta. Fue el referente de Jóvenes por el Clima (JOCA) quien salió a defender las plataformas offshore en la costa argentina cuando miles festejaron que se iba el barco de Equinor. Son quienes se sentaron con las corporaciones mineras, quienes avalaron la trucha COP 27, y quienes terminaron defendiendo cualquier Ley de Humedales.
Son la juventud del “no se puede” ir por más, son quienes no se rebelan contra la lógica de este sistema, sino que defienden reformas menores. Con excusas defienden a este gobierno y al modelo extractivista, responsables de que la crisis climática y ecológica se continúe profundizando.
El problema exclusivo no es “la derecha” de JxC, como nos quieren hacer creer, sino que son los acuerdos estratégicos que los unen, la agenda de Alberto, CFK y de Massa es la agenda del FMI que avala la oposición, y eso significa la necesidad de más dólares, por lo tanto, más minería, agrobusiness y fracking para recolectarlos.
No hay caso, no se puede estar de los dos lados del mostrador: o se está del lado de la defensa de los bienes comunes, o con las representaciones políticas de la matriz productiva extractiva.
Demasiado tarde para no ser ecosocialista
Ante la irracionalidad capitalista, queremos poner fin a este sistema que genera y profundiza las desigualdades. Queremos una sociedad igualitaria con una planificación democrática. Queremos que se escuche y que decidan los trabajadores. Queremos una democracia real, participativa, que inicia con la prohibición de todos los agrotóxicos. Porque rechazamos este modelo del agronegocio que se basa en transgénicos, la siembra directa, la propiedad concentrada de la tierra y los alimentos envenenados, rechazamos el uso de la ciencia y la tecnología al servicio del capital y no de las necesidades populares.
Bregamos por un modelo alternativo que se plante por la prohibición de todas las industrias extractivistas. Impugnamos el productivismo de corrientes reformistas y de la izquierda que defiende la regulación y control estatal de estas actividades depredatorias (el caso JOCA en las offshore y el PO con los agrotóxicos). La ciencia bajo la lógica capitalista no es neutral, el sistema desarrolla técnicas que destruyen nuestra vida independientemente de qué clase social la dirija. Y si esa actividad no responde a ninguna necesidad social hay que abolirla.
Enfrentamos al poder económico y político, los pooles de siembra y a las multinacionales que controlan el comercio exterior, los puertos y nuestras vías navegables.
Impugnamos la convivencia de dos modelos, el del agronegocio junto al de la agroecología, como propone el brazo ambiental del gobierno. No compramos falsas soluciones y mentiras que nos ofrece este gobierno que avanza con la actividad petrolera. Necesitamos una reconversión energética a energías limpias y renovables, pero con reconversión laboral, donde el Estado se haga cargo y ningún trabajador quede en la calle, esto es posible con la expropiación de las mismas.
En nuestro país el principal bien común es la tierra, es imprescindible cambiar el régimen actual de tenencia de la tierra por una reforma agraria integral, con repoblamiento del territorio con finalidad social mayoritaria, no capitalista privada.
La agroecología como bandera, la comida como derecho social y la soberanía alimentaria como principio.
Luchamos por la participación vinculante de las comunidades, los pueblos y trabajadores en la toma de decisiones sobre qué, cómo y para qué se produce.
Tiene que estar tipificadas en el Código Penal la violacion sobre nuestros bienes comunes.
Todas las instituciones de este sistema están al servicio de los intereses de los ricos y corporaciones. Es por eso que los que gobiernan deciden impulsar estas políticas, quienes legislan lo hacen a favor de esos mismos intereses, la policía es el brazo armado del sistema que reprime a quienes nos oponemos, y la justicia avala o mira para otro lado. Por eso los cambios tienen que ser estructurales.
Creemos que la salida es colectiva, no creemos en salidas individuales. Creemos que la mejor decisión individual es sumarse a construir colectivamente un movimiento internacional, revolucionario y ecosocialista que tenga como estrategia la unidad de todos los sectores oprimidos con la clase trabajadora a la cabeza para desalojar del poder a toda la clase política patronal y ecocida que nos ha traído hasta este colapso. Antes que sea tarde: eco-socialismo urgente.