Desde el 8 de marzo cuando empezó a tambalear y luego quebró el Silicon Valley Bank el pánico recorre el sistema bancario capitalista mundial. La corrida cruzó el Atlántico para instalarse en Europa y afectar a uno de los principales bancos del mundo: el Credit Suisse. El hecho es que no se trata de una anomalía circunstancial, sino de una nueva expresión de la crisis capitalista global que continúa desarrollándose.
Escribe: Carlos Carcione
Los últimos 10 días tuvieron en jaque al sistema bancario mundial, y a los bancos centrales de las principales potencias capitalistas de occidentes, obligando a los gobiernos a tomar medidas para intentar calmar a los mercados y tratar de frenar lo que aparecía en el horizonte como una crisis de impacto similar a la de 2008. Esta inquietud se reflejó en las bolsas de Estados Unidos, Alemania y el resto de Europa, Japón y Reino Unido entre otras. A pesar de que se han producido varios salvatajes por parte de los fondos de seguros, bancos centrales y nuevos inversionistas privados, continúa la incertidumbre sobre la dinámica de esta crisis bancaria.
La velocidad y dinámica de la crisis desató jornadas frenéticas entre las autoridades políticas y monetarias de Estados Unidos y Europa. El viernes 10, la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC) de EE.UU. intervino el SVB. La crisis había comenzado 48 horas antes. El banco tuvo una pérdida multimillonaria al vender activos de largo plazo para cumplir con los retiros de sus depositantes. Eso desencadenó el pánico que condujo a su caída. El domingo 12 de marzo: la FDIC cerró el Signature Bank después de una corrida en sus depósitos. El miércoles 15: después de ver cómo las acciones de Credit Suisse colapsaban hasta en un 30%, las autoridades suizas anunciaron un respaldo para el segundo banco más grande del país. Aunque esto calmó el pánico momentáneamente, el segundo banco más importante de ese país, aún no está fuera de peligro. Mientras tanto el jueves 16 el First Republic Bank estaba al borde del abismo cuando los clientes retiraron sus depósitos. En una reunión en Washington la secretaria del Tesoro, Janet Yellen y el director ejecutivo del principal banco de Estados Unidos, Jamie Dimon, acordaron un plan de rescate por parte del sector privado para el First Republic compuesta por 11 grandes bancos de ese país, medida que no pudo impedir una nueva caída de sus acciones. El lunes 20 se anuncia la absorción del Credit Suisse por un grupo de bancos suizos con apoyo del Estado, pero las acciones del nuevo banco siguen cayendo. En estos primeros diez días, desde que se desató la crisis, la Reserva Federal de Estados Unidos ha invertido en préstamos y ha previsto, tanto para el retiro de los depositantes en los bancos caídos como para evitar la caída de otros 318.000 millones de dólares, lo que significa la mitad de todo lo que costó a lo largo de varios meses, la crisis del 2008. A pesar de esto no logró despejar la falta de confianza en el sistema.
Las causas
Hay dos tipos de razones que llevan a esta crisis. En primer lugar, las inmediatas: las que funcionan como disparador de las quiebras. También están la de fondo. La explicación más directa de la caída del Silicon Valley Bank es el aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal para intentar detener la inflación, sin mucho éxito, por cierto. El resultado de esto fue que se desvalorizaron los activos a largo plazo del banco. El contagio posterior puso al borde de la quiebra al First Republic, mientras que el Credit Suisse ya evidenciaba problemas previos que se agudizaron con el ruido provocando la crisis en Estados Unidos. Sin embargo, estas razones, como señalamos más arriba son apenas los disparadores de esta situación. El último eslabón de un proceso que desde hace tiempo no se detiene ni cambia de signo. En Estados Unidos, según la FDIC, la institución que tiene que garantizar los depósitos en los bancos, se sospecha que en los balances de las instituciones bancarias en general hay ocultas deudas por más de 680.000 millones de dólares.
Esto nos lleva a las causas de fondo. Una de ellas es que el sistema capitalista global con sus bancos como pieza fundamental no se ha recuperado de la crisis de 2008 que fue profundizada por la pandemia, a pesar de un supuesto fortalecimiento de las regulaciones y los controles estatales sobre las entidades bancarias. El problema es que la economía capitalista mundial no recupera su nivel de rentabilidad, ni de productividad y por lo tanto continúa cayendo la inversión productiva y creciendo la especulación financiera inflando burbujas y alimentando una economía zombi. Es decir que lo que crece además de la especulación es el sector de la economía endeudada más allá de lo que puede pagar.
Limpiar la madera vieja o mantener la crisis sistémica
Frente a esta crisis la respuesta de las autoridades monetarias de Estados Unidos y Europa es inyectar liquidez a los bancos más grandes comprometidos. Estatizando las deudas de estas instituciones a partir de hacerse cargo de sus pérdidas. En una situación de alta inflación mundial como la actual y de crisis estructural de la economía global no es posible sostener esta política por mucho tiempo. La FED y el Banco Central Europeo han elegido entre dos males el que consideran el menos malo. Sin embargo, este rumbo solo profundiza y hace cada más costosa la reversibilidad de la crisis. Por eso se ha instalado nuevamente en las altas esferas de las finanzas mundiales un debate sobre si seguir sosteniendo la parte más ineficiente de los bancos y empresas, o dejarlos caer para «limpiar la madera vieja» como se dice en la jerga.
Lo importante de esta discusión es que es la misma que se dio durante la crisis de 1929 y la del 2008, el pánico ha empujado a las elites a tratar de frenar el contagio mundial que inicio el SVB, inyectando liquidez pública y de algunos sectores privados.
Pero la contradicción que tienen los bancos centrales es que para atacar la manifestación actual de la crisis que es la inflación en los países centrales del capitalismo, necesitan aumentar las tasas de interés de sus bonos soberanos y por lo tanto secan el mercado para la especulación privada, empujando la crisis al estallido. Mientras que por otra parte inyectan capital para sostener a los bancos que deberían dejar caer para limpiar la madera vieja. Con esto aumenta la presión sobre el sistema de conjunto como en una caldera cerrada y sin válvula de seguridad.
Como explica Michael Roberts en su reciente artículo Riesgo moral o destrucción creativa, el capitalismo actual y sus símbolos más elevados, los bancos en particular y el capital financiero en general, especulan sin tener en cuenta el riesgo, escondiendo la basura en sus balances, inflando sus resultados con maniobras contables, porque cuentan con los dineros públicos como seguro de última instancia. Continúan así privatizando sus ganancias y socializando las catástrofes que provocan.
Esta situación es la que explica que más allá del resultado de la crisis actual, aunque momentáneamente logren superar la crisis bancaria y frenar la corrida, la causa de fondo de la crisis sistémica del capitalismo se mantiene. Y volverá más pronto que tarde con nuevas manifestaciones, quiebras, crack y estallidos, porque lo que no va más es el capitalismo.