La sucesora del actual mandatario ganó los comicios del pasado 2 de junio por amplio margen, derrotando una coalición de la derecha reaccionaria integrada por los tres partidos tradicionales del régimen mexicano. Contrarrestando la tendencia general de avances electorales de la derecha, en México esta es derrotada por una fuerza del progresismo de centroizquierda.
Escribe: Vicente Gaynor
Clara Sheinbaum Pardo, del partido Morena (Movimiento de Regeneración Nacional) del actual mandatario Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ganó las elecciones presidenciales con alrededor del 60% de los votos. Es un resultado superior al que obtuvo el propio AMLO en 2018. El oficialismo también ganó siete de las nueve gobernaciones y aseguró una mayoría calificada en el parlamento que le permitiría incluso reformar la constitución.
La coalición que agrupa a los sectores más reaccionarios y a los tres partidos tradicionales de México (PAN, PRI y PRD) quedó bastante más atrás con el 27,5% de los votos. La derrota hace probable la separación de la coalición. El candidato del partido de centroderecha Movimiento Ciudadano (MC), a su vez, obtuvo el 10.3% de los votos.
Los partidos tradicionales del régimen mexicano han llegado al punto culminante de su crisis de legitimidad. Tras aplicar las políticas del neoliberalismo durante décadas, son vistos por la inmensa mayoría de la población -no sin razón- como los responsables de la pobreza, la corrupción, la violencia y todas las miserias que padece el pueblo mexicano.
El gobierno de AMLO, en cambio, ha logrado una aprobación mayoritaria (por encima del 55% según las encuestas), fundamentalmente sobre la base de condiciones económicas favorables, el apoyo de la burocracia sindical y de haber implementado medidas que, aunque limitadas, lograron mejorar las condiciones de vida de algunos sectores del movimiento de masas.
El aumento del salario mínimo, la reforma laboral de 2019, la expansión de programas sociales y la descriminalización del aborto son algunas de las principales medidas que le dieron credibilidad al discurso progresista de AMLO y Morena. Sin embargo, es preciso no perder de vista que mantienen al país dentro del esquema del capitalismo imperialista, incluso profundizando algunos aspectos del saqueo y explotación mediante nuevos acuerdos con Estados Unidos.
El aumento del salario mínimo fue significativo, de 88 a 249 pesos, y a 375 pesos en las zonas diferenciadas de los estados fronterizos del norte. Otras reformas regularon parcialmente la tercerización, aumentaron los días de vacaciones y crearon programas sociales de formación laboral.
La reforma laboral aprobada por el Congreso en 2019 estableció que los contratos laborales deben ser renegociados cada cuatro años y aprobados por las bases, y que los dirigentes sindicales deben ser votados por voto directo, libre y secreto. Esto debilitó a la burocracia y permitió que surgieran direcciones independientes en algunos sindicatos, pero no ha evitado que los viejos dirigentes corrompidos sigan controlando la mayoría de los gremios.
Aunque las medidas de AMLO marcan un giro de la política neoliberal de las décadas anteriores y esto genera apoyo y expectativas populares, mantienen al pueblo mexicano bajo el yugo de la explotación imperialista y a México como semi-colonia del imperio yanqui.
El aumento del salario mínimo, aunque significativo, beneficia a un sector limitado de los trabajadores y los salarios siguen corriendo por detrás de la inflación.
El 55,23% de los trabajadores son “informales” y 37% son “trabajadores pobres”, empleados pero ganando por debajo de la canasta básica. Estos niveles de explotación están en el centro del modelo burgués mexicano, que les garantiza al imperialismo y a burgueses locales como Carlos Slim (quién duplicó su fortuna en los últimos años) acumular ganancias produciendo cerca del centro económico mundial con “costos laborales” bajos.
AMLO profundizó los acuerdos con Estados Unidos que garantizan esto, aprovechando el giro de la burguesía yanqui de trasladar su producción del Este asiático a destinos más cercanos. Se han construido y se siguen expandiendo nuevos cordones industriales e infraestructura para expandir la superexplotación de los trabajadores mexicanos.
A pesar del discurso, AMLO ha mantenido o profundizado la colaboración y sumisión a Estados Unidos también con el USMCA, tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá que sostiene el saqueo extractivista de los bienes comunes, y en sus políticas de seguridad e inmigración.
AMLO alineó su política migratoria a las demandas de Trump y Biden, actuando de gendarme fronterizo contra los pueblos de Centroamérica y el Caribe, sosteniendo y participando de un genocidio que se cobra la vida de cientos de migrantes cada año, resaltado trágicamente por el incendio criminal que mató a 40 migrantes guatemaltecos en Ciudad Juárez.
También ha convivido todos estos años con el negocio del narcotráfico que involucra a sectores de la burguesía y el Estado mexicano en todo nivel, manteniendo la “guerra contra las drogas” ordenada por Estados Unidos, que sólo profundiza la militarización del país.
La derrota de la derecha y los partidos tradicionales contrasta con las noticias de avances de la derecha en otras regiones del mundo. Pero en el mundo también abunda la resistencia y las luchas de los pueblos trabajadores. En México, mientras se defienden las limitadas conquistas logradas sera fundamental organizarse y luchar por todo lo que falta para lograr una vida digna para todos los trabajadores y, el pueblo pobre. Para lo cual tambien es indispensable construir una alternativa socialista fuerte, independiente de Morena y de todo sector burgués, algo que todavía está ausente en la realidad mexicana.
La huelga indefinida por salarios que inició el sindicato docente CNTE el 15 de mayo y el acampe estudiantil de solidaridad con Palestina en la Universidad Nacional de México son señales de que hay posibilidades de avanzar en las tareas pendientes.
*Nota publicada ven la web de la Liga Internacional Socialista. https://lis-isl.org