Las idas y vueltas sobre la suspensión de clases por el coronavirus evidenciaron el estado ruinoso de los casi 40 mil establecimientos públicos del país. La educación está en terapia por décadas de ajustes. La suspensión no la resuelve. ¿Cómo sacar la escuela de su cuarentena?
Escribe: Francisco Torres
Más allá del Covid-19, venimos denunciando la crisis crónica de la escuela estatal, debido a la desinversión y políticas anti-educativas que se vienen aplicando en estas cinco décadas. El intenso debate del más de 1,1 millón de docentes y amplios sectores, frente a las volteretas que daban Alberto Fernández y el PJ, su Comité de «expertos», el ministro de Salud y Trotta de Educación, sobre la conveniencia o no de suspender las clases, puso mucho en evidencia.
En particular, el estado crítico de la mayoría de los establecimientos y la precariedad en que trabaja la docencia y cursan 11,5 millones de pibes. Si algo dejó en claro es que en las escuelas se trabaja al límite: acabar pidiendo jabón y papel secante, pero que el Estado no pueda garantizarlo lo resume.
Escuela «guardería» para la producción capitalista
Más allá del relato sobre la supuesta defensa de la «educación popular», fue notorio comprobar que este gobierno, como todo el que se postule a gerenciar el capitalismo semicolonial argentino, insiste en ver la escuela como espacio de «contención». Esto indignó. Al ver que relegan la construcción de conocimiento socialmente significativo para priorizar «contener» a millones en las escuelas para asegurar la realización de la ganancia capitalista.
Trotta, Alberto y el PJ reafirmaron así el modelo de escuela de contención, antes que inclusiva, igualitaria, emancipadora y orientada a la mayoría social. Que relega la enseñanza a un rol asistencialista que intenta naturalizar una desigualdad social que persiste, degradando a quienes asisten a ella y a sus educadores.
Al pasar a segundo plano la construcción de saberes por la valoración oficial del espacio educativo como depositario de menores, se vulnera también el indispensable proceso de aprender a aprender. Necesario para responder a las demandas de la sociedad cognitiva, ejercitar capacidades humanas, aspirar a desarrollarse más plenamente como persona, disfrutar los saberes y darle sentido y relevancia a la vida, en interacción con la sociedad.
Esto se vio claro al insistir con que las familias no sabrían qué hacer con sus pibes. Al gobierno le preocupaba el cuidado y retención en la escuela para asegurar la asistencia de madres, padres o tutores a sus trabajos. Y garantizar la producción y renta capitalista como prioridad. Ese famoso «crecer para pagar…».
Por eso Trotta y el ministro de Salud repetían que gran cantidad de pibes iban a estar al cuidado de abuelas y abuelos, evidenciando que les interesa más la escuela «guardería» que la construcción de conocimientos, los contenidos pedagógicos y la salud pública misma.
Con una frase que los ubica en modo patrón, Alberto y Trotta insisten: «No estamos dando 14 días de vacaciones». Afirmación que conlleva el devaluado imaginario que tienen de la docencia los que gobiernan. Pero al otro día, de manera inaudita y despertando más bronca, Fernández tuiteó: «Te proponemos que no trabajes y que tus hijos no vayan al colegio para que se queden en casa. Aíslate con tus hijos. Cuidate y cuidalos!».
Un día dicen que suspender las clases sería contraproducente, y al otro lo contrario. Giros de 180º del gobierno que decía que el coronavirus no llegaría… Afirman también que no afecta a menores, pero al otro día cae un pibe de 4 años contagiado en Chaco. Todo es improvisación o poco más que prueba y error.
Modelo contención, escuela-comedor
Otro aspecto que hace al sentido mismo de la institución escuela fue la crítica de activistas del Frente de Todos, a docentes que reclaman ante los manoseos de Alberto y Kicillof (junto a Larreta). En las redes ponían frases como: «no les interesan los chicos, que dicen defender y necesitan ir al comedor». O el reaccionario: «vagos, laburen…».
Más allá de lo bajo que cae cierto sector K en su línea argumental y acrítica «defensa» del gobierno, esos dichos repiten la tradicional idea del PJ y gobiernos patronales de fragmentación educativa: Entre una escuela de excelencia para ricos y quien pueda pagarla, y otra de «contención» de aquello que el capitalismo ni aspira a contener; por su injusta distribución de la riqueza, dada la apropiación privada de los bienes de producción y de cambio, de materias primas y técnicas que son de carácter social.
Como dijo un docente, «la escuela no es un comedor, es un lugar de formación. Hacer de ella el lugar donde los chicos comen es propio del sistema capitalista y sus gobiernos burgueses». La docencia tampoco es «apostolado» a ejercer por «vocación», sin importar la retribución del Estado-patrón.
Se podría decir que «la culpa es de quién les da de comer…». Es decir, el gobierno que reproduce esas falsas conciencias que se instalan para que el trabajador defienda un sistema injusto como el capitalista, que no lo invitó a su mesa.
Ligado a otra falsa conciencia que repiten Trotta y la casta política y empresarial, al decir que la educación sería igualadora, diluiría las pertenencias de clase y aseguraría por sí la movilidad social. Falaz creencia que reproduce la Celeste en CTERA y la CTA, renegando de su origen social, al convertirse en burocracia servil de la clase poseedora.
Con los Yasky como abanderados en bancar lo peorcito del gobierno, sin importar que sostuvieran lo opuesto, como que la cláusula gatillo sería «inflacionaria» o la deuda se debe pagar, tiran a la basura el programa reivindicativo de la CTA. Lo hacen a cambio de bancas y puestos en el gobierno para asegurar la reproducción de bienes, capital simbólico y contenidos procedimentales en el capitalismo, al que se amoldan como corriente reformista.
La educación no asegura el ascenso social, y en un capitalismo en declive, ni siquiera un puesto de trabajo. Cuánto profesional está al frente de un taxi o kiosco por no tener aquel que es su vocación y el sistema le capacitara. La irracionalidad de acumulación improductiva de fuerza de trabajo, es resultado de la contradicción entre educación y sistema social.
La mentada movilidad social para consolidar el Estado-Nación por la Generación del ’80, que pregonó «educar al soberano» como prerrequisito de progreso, sólo se materializa a través de la economía, la política y organización social, no por la pedagogía ni la didáctica.
Otra política para sanar la educación
Estas carencias no son eventuales, sino componentes de un modelo pedagógico del ajuste y la exclusión. Debido a las políticas anti-educativas resueltas por el G8, la OCDE, el Banco Mundial y el FMI que aplican los gobiernos en las últimas cinco décadas.
Si suspendieron las clases fue por la rebeldía docente y comunitaria, y no porque falten mega ordenadores ni proyectores holográficos o no haya conectividad en el 60% de las escuelas, sino por carecer de agua potable, jabón, papel, lavandina o baños dignos. La demanda se hizo viral ante un gobierno nacional y en las provincias que no garantizaban lo necesario para la salubridad de las 40 mil escuelas estatales.
Para revertir estas carencias se requiere otra política. Una educación para otro país, en desarrollo y al servicio de las mayorías, no de las corporaciones. Definida en un Congreso Pedagógico Nacional y a partir de estos pilares básicos:
1. Renacionalizar el sistema educativo, al que mantienen fragmentado en 24 regímenes. Lo opuesto a la «agenda federal» que menea Trotta para bancar la transferencia de escuelas a las provincias hecha por la dictadura y el menemismo. Y terminar con toda privatización educativa.
2. Aumento ya del Presupuesto al 10% del PBI, como la Celeste y la actual viceministra, Puiggrós, le exigían a Macri. Shock de inversión para mejorar las condiciones de trabajo, edilicias, becas y comedores, garantizando la permanencia y egreso de cada estudiante.
3. Inicial de $40.000 hasta cubrir la canasta familiar. Aumento y pase al básico del Incentivo y Material Didáctico que paga la Nación y de toda suma en negro que precariza el salario docente, transformado en variable pedagógica que condiciona la educación. Basta de modos de trabajo precario. Los recursos están. La deuda es con la educación.