A menos de un mes del bicentenario de la Declaración de la Independencia, la Argentina sigue dominada y sometida por el imperialismo. Como los virreyes de antaño, la clase capitalista dirigente participa del saqueo. La tarea de lograr una definitiva independencia recae sobre los trabajadores y el pueblo.
La gesta de la primera independencia fue encabezada por un sector de la burguesía criolla que se proponía poner en pie una Patria Grande. San Martín, Bolívar, Castelli, Belgrano, Moreno y Monteagudo concebían el desarrollo de manera independiente de las potencias mundiales de aquel momento.
Pero fueron derrotados por el sector más conservador de la oligarquía, que prefirió continuar lucrando como proveedor de materias primas en lugar de apostar a un desarrollo nacional integral. Pasamos entonces de ser una colonia española a jugar el rol de semicolonia británica. Así es como durante el siglo XIX, en el período de ascenso y expansión mundial del capitalismo, la burguesía terrateniente argentina y sus gobiernos eligieron esa ubicación subalterna en vez de disputar la vanguardia del progreso.
Tareas inconclusas y clase dirigente
Hacia comienzos del siglo XX, el capitalismo terminó de conquistar el mundo entero. Las grandes potencias colonizaron al resto de los países y los sometieron para extraer sus recursos y a la vez venderles sus mercancías industriales. Con la concentración de capitales, el sistema capitalista entró así en su etapa decadente y reaccionaria: el imperialismo.
En los países oprimidos las tareas nacionales y democráticas, como lo son la liberación nacional y la reforma agraria, quedaron inconclusas. Sus burgueses se convirtieron en socios menores del saqueo imperialista de sus propios países. Como parte de la clase capitalista mundial, pasaron a beneficiarse de esa relación colonial y se volvieron reaccionarios en relación a las tareas de liberación nacional, ya que las mismas afectarían sus negocios. Por la ligazón estructural de la burguesía nacional con las corporaciones transnacionales, la independencia del imperialismo va de lleno contra el sistema capitalista dependiente y sus decadentes instituciones, regímenes y partidos políticos.
Es por eso que en Argentina la burguesía solo ha tolerado, muy tímida y coyunturalmente, pasos limitados hacia la independencia nacional y el desarrollo industrial cuando no les ha quedado otra salida, cuando el imperialismo ha entrado en tales crisis que no había un amo claro para garantizar las ganancias. Por ejemplo, en la segunda posguerra con Perón. En todo otro momento, les conviene la parte de socio menor del gran negocio imperialista. La clase capitalista y sus representantes políticos ya no tienen ningún proyecto de desarrollo industrial y científico-tecnológico independiente: son entreguistas, virreyes del imperio, sobre todo de los Estados Unidos.
En consecuencia, la tarea de lograr una verdadera independencia hace rato que recae sobre la clase trabajadora y los sectores populares. León Trotsky lo señalaba así en sus tesis de la revolución permanente, a comienzos del ’30: “Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado y, en particular, de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan solo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas.”
Antiimperialismo y anticapitalismo
Al mismo tiempo, como el desarrollo independiente de los países oprimidos perjudica y cuestiona las ganancias capitalistas, y por ende la burguesía se ubica en su contra, las medidas en ese sentido adquieren un carácter antiimperialista y anticapitalista.
De esto se desprenden dos conclusiones políticas fundamentales para los socialistas revolucionarios. Por un lado, que las tareas nacionales y democráticas no se lograrán si no se avanza en un programa anticapitalista. Por el otro, que cualquier programa anticapitalista es incompleto e inútil si no recoge e incorpora esas tareas antiimperialistas, si no lucha por la independencia política y económica del país, y si no busca empalmar con los sectores sociales y políticos realmente dispuestos a movilizarse unidos contra la opresión imperial.
Por eso, en el bicentenario de la Declaración de Independencia, los socialistas del MST levantamos la bandera de la necesaria segunda independencia, esta vez definitiva. Proponemos un programa para lograrla, que empiece por suspender todo pago y hacer una auditoría de la deuda externa y un frente de países deudores; estatizar bajo control social las empresas privatizadas; nacionalizar la banca y el comercio exterior y anular el secreto bancario para evitar la fuga de capitales y el lavado de dinero; prohibir la megaminería, el fracking y los agrotóxicos; nacionalizar todo el petróleo, los demás bienes comunes y avanzar en energías alternativas limpias; hacer una profunda reforma agraria y repoblar el campo para terminar con el latifundio y recuperar la soberanía alimentaria; un plan de desarrollo industrial y reconstrucción de la red ferroviaria y de la flota comercial; impulsar la producción pública de medicamentos y desconocer las patentes de los laboratorios multinacionales; gravar con impuestos crecientes a las corporaciones; rechazar el TPP, las bases militares norteamericanas y todos los tratados comerciales, políticos y militares que nos subordinan a Estados Unidos y demás países imperialistas; denunciar la condición de país aliado extra OTAN que la Argentina tiene desde el menemismo, y establecer relaciones de intercambio solidario, cooperación e integración con los países hermanos de América Latina, todo ello en una perspectiva socialista. En cuanto a la política exterior, hay que partir de rechazar las intervenciones imperialistas y respaldar a los pueblos del mundo que pelean por su liberación nacional y su derecho a la autodeterminación.
La actual crisis capitalista global ya no deja márgenes para salidas de medias tintas. Nuestra economía nacional es cada vez más concentrada y extranjerizada. Y en el plano político, tal como lo demuestran las recientes y fallidas experiencias de gobiernos populistas aquí y en toda Latinoamérica, si no se avanza, si no se promueven transformaciones de fondo, se termina retrocediendo y abriéndole de ese modo las puertas del poder a la derecha. En concreto, en nuestro país Mauricio Macri conduce la entrega y el PJ lo acompaña.
Por estas razones, desde el MST-Nueva Izquierda invitamos a las y los activistas obreros y juveniles a sumarse a construir junto a nosotros una alternativa política unitaria, antiimperialista y anticapitalista para hacer realidad este programa emancipador.
Federico Moreno