En varias notas y en nuestro libro “Mujeres en revolución” hemos definido cuáles son, a nuestro criterio, las particularidades de esta nueva ola feminista mundial y que representan un salto de calidad respecto de las anteriores: la masividad y combatividad, el internacionalismo activo y las tendencias antisistema de los reclamos. Por desgracia, en forma consciente o no, muchos de estos rasgos positivos son saboteados por algunas “feministas radicales” que reflotan viejos planteos biologicistas y separatistas. Compartimos nuestros argumentos a fin de despejar confusiones.
Más conocidas por algunas frases expulsivas hacia las mujeres trans, travestis, no binaries y varones antipatriarcales, las radfem no son nada nuevo ni original. En los años ’70 surgieron algunos grupos -sobre todo académicos- autodenominados del feminismo radical, con discursos anti-varones y reformistas del capitalismo. Las actuales reciclan lo de medio siglo atrás.
Aunque se digan anticapitalistas, no ven que capitalismo y patriarcado son un solo sistema y se refuerzan entre sí. Tampoco ven la dialéctica que debe existir en la lucha contra ambos. Al plantear que es posible tirar al patriarcado sólo a través de empoderar a las mujeres, como si fuera un proceso lineal y separado de la lucha contra las instituciones que sostienen la opresión machista1, y como si además esa lucha fuera sólo de mujeres (no de la clase trabajadora, los pueblos oprimidos, la juventud, la disidencia sexual, etc.) terminan siendo reformistas. En consecuencia, rechazan organizarse en partidos revolucionarios anti-sistema y, peor aún, atacan más a la izquierda que a los partidos burgueses. ¿Casualidad?
Su estrategia es abolir los géneros, porque allí localizan el origen de la desigualdad. Por eso hablan de la nueva mujer, una mujer como clase sexual, ajena a sus otras condiciones (clase social, etnia, identidad de género) y reencontrada con su marca biológica que la diferencia del opresor, que para ellas es el varón y no el patriarcado. Quieran o no, ese planteo las emparenta peligrosamente con dos sectores anti-derechos:
La clase explotadora, que busca homogeneizar a las mujeres explotadas con las burguesas que se benefician económicamente de la desigualdad de género. Atar los intereses de las trabajadoras a mujeres como Vidal, Lagarde, Michetti, Carrió, CFK y Alicia K, Patricia Bullrich, Awada y otras burguesas es, bajo una sororidad ilusoria, dejar que las capitalistas intenten tomar las riendas del movimiento feminista para sepultarlo.
Los religiosos reaccionarios, que afirman que no hay géneros sino una ideología de género, que nacemos hombres o mujeres y que la genitalidad es destino. Las radfem niegan la identidad trans y a les no binaries, rechazan el lenguaje inclusivo y plantean que las lesbianas se separen del colectivo LGBTI2. O sea, dividen.
Radicales no, reaccionarias bastante
Esas concepciones teóricas erradas tienen derivaciones políticas peligrosas que hoy, intenciones aparte, de hecho implican una reacción conservadora dentro de la ola feminista contra sus rasgos más progresivos:
Contra la masividad y empatía que genera la ola impulsan el divisionismo al excluir a mujeres trans, travestis e identidades no binarias. Alientan una suerte de “purificación” dentro del feminismo, en lugar de impulsar la unidad de acción amplia contra los responsables de la violencia machista.
Contra las tendencias antisistema que van avanzando en el movimiento feminista y que cuestionan al Estado capitalista como principal responsable, desvían esa fuerza contra la figura del varón como encarnación del patriarcado, ya no contra el orden patriarcal y sus instituciones, que a menudo son reproducidas también por mujeres.
Contra la combatividad que se expresó desde el primer paro internacional de mujeres, donde el 8M volvió a ser internacionalista y a utilizar métodos de lucha de la clase obrera, las radfem pretenden diluir los reclamos sociales para preservar una supuesta unidad de la clase sexual de las mujeres (unidad que incluye a las burguesas). Así postergan los reclamos de las trabajadoras y neutralizan los planteos anticapitalistas de la ola.
Estos debates pueden parecer triviales por el poco peso real, no en las redes, de las radfem. Pero por la vía de la segregación, sus planteos implican dividir y debilitar la lucha feminista. Y quien divide, resulta funcional al enemigo.
Prostitución, otro terreno en el que dividen
Con Alika Kinan a la cabeza, las radfem son abolicionistas dogmáticas que consideran que las mujeres que ejercen la prostitución de forma autónoma son iguales a los proxenetas y hacen apología de la trata. Ponen equivocadamente el acento en el cliente y no en la connivencia del Estado con las redes de trata y proxenetismo, principal garantía de impunidad.
En cambio, nosotres entendemos que prostitución y trata son cuestiones vinculadas pero distintas. La prostitución es una institución patriarcal que surgió a la par del matrimonio monogámico (que privatizó la sexualidad de la mujer con fines reproductivos), dando a los varones un mercado para sostener sus privilegios sexuales a costa de la opresión de las mujeres. Por eso no consideramos a la prostitución como un trabajo, pero sí defendemos los derechos sociales y previsionales de quienes se consideran trabajadorxs sexuales. Entre otras medidas, rechazamos toda persecución a quienes ejercen la prostitución por su cuenta y exigimos al Estado salidas laborales para quienes busquen dejar esa actividad.
Por un 8M de las mujeres trabajadoras, de las disidencias y anticapitalista
Cuando las radfem aplican su política, salta la realidad: son anti-partido, anti-varones y anti-izquierda: “Las aliadas de las mujeres son las demás mujeres; ni los Estados; ni los partidos; ni los varones, como sea que se autoperciban, por deconstruidos que se crean o por de izquierda que sean”. Dicen además: “rechazamos todo intento de romper el movimiento feminista en base a criterios de clase”3. Pero un paro como el del 8M es de por sí una medida de clase: no deja espacio para conciliar entre clases sociales antagónicas, ya que priorizar la unidad con las mujeres burguesas sería no llamar a parar porque si las trabajadoras detienen su producción, pierden las burguesas. Por el contrario, si el paro es total, de mujeres, disidencias y varones, ¿pierden las mujeres como plantean las radfem o pierden las patronales, el Estado capitalista y la burocracia sindical, que nos niegan nuestros derechos? Lo quieran ellas así o no, su planteo divisionista de “paro sólo de mujeres” encuentra aliados en la burocracia y las organizaciones del PJ-K, que rechazan llamar al paro general.
En el paro y las marchas que nosotres proponemos, los varones acompañan, atrás de las compañeras, pero juntes en la lucha. ¿Acaso lograr Estado laico es una lucha sólo de nosotras las mujeres? O tirar abajo el ajuste del FMI o lograr la ESI… ¡Ni siquiera las luchas por el aborto legal y contra la violencia machista son sólo de las mujeres! Mucho menos es sólo de mujeres la principal tarea que tenemos por delante las feministas anticapitalistas: derrotar al sistema capitalista patriarcal, como las radfem dicen querer hacer.
¿Entonces? Al divisionismo ni cabida: ¡feminismo y más revolución, compañeras! Vení a Juntas y el MST.
Majo González
1. Estado, FF.AA., Iglesia, Congreso y partidos del sistema, educación y familia tradicionales, división del trabajo, etc.
2. Nota Orgullo lésbico, en el blog radarfeministas, 17/11/18.
3. Ana Marcocavallo, texto en la web de FRIA (Feministas Radicales Independientes de Argentina), 1º/2/19.