Las formas precarizadas de trabajar son el modelo de inserción laboral de la juventud. Es una orientación internacional del capitalismo. Son millones de trabajadorxs, un multitudinario contingente mundial. En fin: un aporte de análisis y propuestas para este dinámico sector de la nueva clase obrera.
Escribe: Mariano Rosa
En Argentina las marcas de comida rápida / chatarra emplean cerca de 30.000 personas. La emblemática claro, es McDonald’s. Esta firma atiende unos 68 millones de clientes por día, tiene más de 36 mil locales en casi todo el mundo y emplea a 1,7 millones de personas, según sus propios datos. Pero hay más: Burger King, Starbucks, Mostaza, Wendy’s, Green Eat, Fridays y otras. Estas empresas, aprovechando la ambigüedad del DNU del presidente Fernández sobre despidos y suspensiones, recortaron salarios por la cuarentena. Una precisión: un trabajador del sector, cobra entre 160 y 170 pesos la hora de convenio. Eso, con descuentos, suma finalmente entre 25 y 30 mil pesos por mes en el mejor de los casos. La canasta de pobreza está en 40 mil pesos. Y un local de cualquiera de estas marcas puede facturar solo de ventas de postres, en 30 minutos, el equivalente a un salario mensual de un empleado. Así de gigantesco es el negocio. Por su parte, la llamada “economía 4.0” o de “plataformas” emplea cerca de 150 mil personas solo en CABA. Glovo, Rappi, PedidosYa y otras son una nueva forma de trabajo precarizado que crece como salida para amplios sectores de la juventud, principalmente. El 22 de abril próximo van a un paro nacional. Reclaman derechos elementales, como trabajadores. Las empresas, claro, se niegan. La justicia en general deja correr a favor de los patrones o bien impone multas que son absorbidas sin problemas por estas marcas. Pero, en definitiva: ¿qué representan estas nuevas formas de trabajar? “El capital –escribió Marx en El Capital–, es trabajo muerto que, como un vampiro, vive solo de chupar trabajo vivo, y cuanto más vive, más trabajo chupa”. Veamos cómo opera ese vampiro.
Estandarización y trabajo low cost
McDonald’s y las cadenas de comida rápida son el resultado de un doble proceso de estandarización mundial: gastronómico, y laboral. Por un lado, el capitalismo homogeiniza, iguala los estándares de consumo a escala planetaria. La publicidad establece las reglas, las corporaciones hacen el resto. Todo lo que se consume en esos términos tiene al vampiro operando: la rentabilidad ordena todo y, por lo tanto, lo importante no es que sea saludable, sino barato y rápido de producir. Es la “mcdonaldización” de la dieta mundial. Los resultados son nefastos para la salud: toda esa dieta sobre-abundante de grasas saturadas, azúcares y sodio, está en la base de la multiplicación del sobrepeso patológico, el colesterol, la diabetes tipo B, y las enfermedades cardíacas y es causa de un porcentual de mortalidad. Además, obvio, esa estandarización mundial empobrece la rica diversidad cultural regional de las dietas locales. Al final, para la salud humana, saldo desastroso. En términos laborales, el régimen de las cadenas también replican la lógica “Mc”, que incluye salarios de hambre, disciplina militar, persecución sindical e incumplimiento de derechos básicos. Es decir: el circuito combina bajar costos de producción en los productos que venden y precarizar la fuerza laboral para bajar costo salarial. Negocio redondo, capitalismo low cost. El vampiro, a full.
Economía de plataformas: nueva modalidad, el propósito de siempre.
El fenómeno novedoso de la economía 4.0 explica, en parte, la convergencia de varios factores históricos, económicos, sociales y políticos:
Ejército de reserva: a nivel internacional, las cifras de desocupación y precariedad se concentran en los menores de 25 años y se acrecientan entre migrantes y mujeres trabajadoras. Esto es así en Europa. En América Latina las cifras de desocupación en este rango etario oscilan entre el 25 y 30 % y en Argentina los guarismos son impactantes: en zona metropolitana de Buenos Aires la desocupación en pibes de 18 a 24 años llega al 30%; el 60% de los cuales no está registrado (ni ART, ni obra social, ni jubilación, ni vacaciones). Por encima de las fronteras, a la juventud la une la precariedad y el desempleo. Obvio, este gigantesco contingente social opera en dos sentidos sobre la clase obrera más veterana y organizada: como factor extraeconómico regulador del salario a la baja; fragmenta la lucha de la clase, porque las burocracias sindicales, se desentienden.
Urbanización, servicios y consumo: la demanda de trabajo dedicado a la producción y reproducción de una vida cotidiana cada vez más urbanizada se multiplica. El capital requiere una rotación incesante. La cadena de abastecimiento no se detiene. Ese flujo creciente de bienes y servicios se realiza con trabajadores eventuales, precarizados. Con sus propios medios de producción, de movilidad y sin relación de dependencia. Son las llamadas empresas “colaborativas”. Sin patrones, con socios. En fin, falsa ideología para encubrir al vampiro.
Digitalización de masas: solo en nuestro país 8 de cada 10 personas usa teléfonos inteligentes y 7 de cada 10 accede a internet. Ya en 2020 hay 3500 millones de smartphones en el mundo. Se multiplican las plataformas y apps (aplicaciones) para todo: relaciones personales, música o hacer pedidos de cualquier servicio.
Un aspecto de más, de contexto. Después de la crisis de 2008, uno de los nichos de valorización capitalista han sido estas plataformas. Están las que usan información que recolectan de la “huella digital” de sus usuarios (big data) para vender publicidad (Google, Youtube, Facebook), otras suman suscriptores pagos (Netflix, Spotify) o bien hacen logística y comercio electrónico (Amazon, Mercado Libre). Hasta llegar a las plataformas de trabajo que “conectan clientes y colaboradores”: son los casos de PedidosYa o Uber. En fin, novedades de la innovación aplicadas por el capital a la vieja costumbre de parasitar el esfuerzo de la clase obrera.
Futuro socialista: derechos, tiempo libre y colaboración tecnológica
Este panorama plantea la necesidad de luchar por una salida, por una perspectiva que sobrepase la lógica precarizadora y low cost de la vida que impone el capital:
- Salarios sin recortes en la pandemia ni nunca. Además, equivalentes al costo de vida y ajustables a la inflación real.
- Derechos sindicales, democráticos.
- Estatizar las empresas que no cumplan, y reconvertirlas bajo control de sus trabajadores, en el caso de las de comida en cadenas saludables.
- Reducción de la jornada a 6 horas, 5 días por semana. Sin afectar el salario. Trabajar para vivir y tener tiempo libre.
- Incorporar toda la innovación tecnológica, pero con una lógica no-capitalista, para facilitar la colaboración social y alivianar la carga colectiva.
- En estos términos pensamos el presente, de lucha y construimos ese puente indispensable de orientación para otro futuro, socialista, de la clase obrera sin vampiros.