El liberal avanza en las encuestas y hasta The Washington Post dice que “podría ser el próximo presidente”. Más allá de su relato, el Frente de Todos no va como la opción para frenar a esta derecha reaccionaria, en un mundo polarizado. Solo el Frente de Izquierda Unidad es la alternativa.
Escribe: Francisco Torres
Por el descalabro económico y social de estos años, el gobierno del PJ y el Frente de Todos defraudó las expectativas de millones, al aplicar un duro ajuste, enriquecer a unos pocos y pagar la estafa de la deuda al FMI. Ante el desastre que resultó el macrismo en el gobierno, emerge una derecha más reaccionaria, encabezada por Milei y, en menor medida, Espert. La que avanza en intención de voto, iniciativa y exposición en los espacios de la corporación mediática que promociona todo lo que hacen.
Las distintas alas del gobierno repiten que serían la única opción para frenar a la derecha, tanto macrista como esta variante libertaria que corre al arco político capitalista a una agenda cada vez más reaccionaria, de entrega y ajuste.
Falta para el 2023, pero el Frente de Todos apela a un conservador sentido común del voto útil y un vaciado concepto de “unir fuerzas” contra la reacción, solo que detrás suyo. Para eso necesitan cuestionar al Frente de Izquierda Unidad, acusándonos de ser supuestamente “funcionales a la derecha”, sin importar las propuestas que realicemos.
El problema es que la agenda fondomonetarista la aplica este gobierno que prometió lo opuesto. Y eso condiciona la vida de millones, chocando contra su retórica reformista. Porque eso solo se podría revertir si se aplica una política opuesta, que priorice realmente y no en el discurso, a la clase trabajadora y los sectores populares.
El gobierno y sus internas, que llegan a cuestionar el axioma doméstico de que solo una coalición que encabece el PJ asegura la gobernabilidad, hunde al país en la mayor inflación en 20 años, sin tener ya a quién culpar. El desencanto crece en quienes lo votaron, con la idea de dejar atrás a la derecha. Porque, al ser los que aplican la política conservadora y pro FMI, solo consiguen que la derecha reaparezca.
Y le dieron lugar en las recientes elecciones para que avance una variante como el economista liberal Milei, al que dejan correr porque les resulta funcional al relato del Frente de Todos. Que así intenta que se siga creyendo que solo sería posible optar por ellos como supuesto “mal menor” ante esa derecha.
Pero la bronca con el ajuste oficial, mientras los ricos se enriquecen, los fugadores se la “llevan en pala” y el FMI cobra, agudiza las contradicciones. Hasta la burocracia de la CGT y las CTA, enfeudada con este gobierno del ajuste, contribuye a que más sectores le den la espalda y aparezca la izquierda como alternativa para hacer realidad esas expectativas de transformación social.
Cristina y su discurso al parlamento europeo-latinoamericano
Es por eso que Cristina siendo la vicepresidenta, el bloque de legisladores de la Cámpora y hasta gobernadores como Kicillof o intendentes K intentan despegarse y culpar a Alberto y su ministro Guzmán del ajuste. Pero veamos, ¿qué política distinta plantea el kirchnerismo…?
Porque son parte clave del gobierno, Cristina eligió a Alberto y tiene un gran poder institucional en el Congreso, las legislaturas, con gobernadores e intendentes, en los gremios y organizaciones sociales, de género y diversidad o en las universidades y barrios.
Para tratar de responder esa pregunta, vemos que el discurso de Cristina a la 14° EuroLat, la asamblea parlamentaria europea-latinoamericana, reunida en el Centro Cultural Kirchner, permite ver los límites de su propuesta. La que no excede ni se plantea romper los marcos del sistema capitalista-imperialista.
Para una fuerza que en su original marcha peronista decía ganar “a la gran masa del pueblo, combatiendo al capital”, lo cierto es que ni Cristina ni Alberto tienen diferencias en esto. Porque lejos de combatir al capital, lo reivindican como el único sistema viable y exitoso. Tampoco difieren sustancialmente con Macri o Milei en decir que el capitalismo es “el” sistema que deba regir al país.
Porque en ese discurso Cristina lo vuelve a reivindicar, al decir que “el capitalismo se ha demostrado como el sistema más eficiente y eficaz para la producción de bienes y servicios”. Y no solo eso, sino que agregó: “Está claro que la producción de bienes y servicios que necesita la humanidad, de las proteínas hasta la tecnología más sofisticada, se desarrolla más eficientemente, con mayor escala en este sistema”.
Por eso, desde el entorno de Milei, dejan correr que CFK le copia su prédica pro capitalista. Solo que el capitalismo es hambre, guerras, destrucción, saqueo, contaminación, endeudamiento y ajuste a los pueblos. Mientras un núcleo de mega millonarios atesora las mayores riquezas de la historia.
¿Leyes del mercado o del Estado? ¿De qué Estado?
A diferencia de Milei que va contra el Estado y lo público, la vicepresidenta dice reivindicarlo. Pese a reconocer que vivimos en un mundo cada vez más desigual, para Cristina “la gran discusión es si este proceso capitalista lo conducen las leyes del mercado o las leyes de los Estados”. Y según dice, esta sería “la clave para abordar seriamente el problema de la desigualdad”.
Aunque haga una reivindicación abstracta del Estado, ya que Cristina nunca dice que el mismo responde a la clase propietaria, la que controla las instituciones del gobierno burgués. Es decir, un Estado capitalista. Y esa cuestión de clase es crucial porque hace ilusoria la pretensión de Cristina de un supuesto Estado benefactor.
Porque en palabras de Moreno1, fundador de nuestra corriente, “el estado es el instrumento de la dominación política de los explotadores sobre los explotados. No es, como nos enseñan en la escuela, neutral, imparcial, protector de toda la sociedad. El estado defiende a la clase o al sector que explota al resto de la sociedad”.
Y esa esencia es la que busca ocultar Cristina, pese a tener que reconocer que “hoy nuestros parlamentos, nuestros ejecutivos, nuestro poder judicial” son “tantas veces cooptados por el mercado y los factores económicos”. Porque responde a un sistema injusto, basado en asegurar la ganancia de unos pocos por la apropiación de la riqueza producida por la mayoría trabajadora.
Con su discurso CFK encubre que el Estado patronal no está al servicio de la clase obrera y el pueblo. Al contrario, sirve a ese “otro poder que está afuera: mercados, monopolios, oligopolios, poder financiero internacional”. El que, en palabras de Cristina, “no figura en nuestras Constituciones”.
Pero que, aunque no lo diga, controla el estado, maneja a sus gobiernos y las demás instituciones de esta democracia para los ricos y el FMI. En resumen, sin enfrentar al sistema capitalista y su Estado, será imposible abordar la desigualdad ni lograr la justicia social y equidad distributiva como Cristina pregona.
El FMI y la falsa épica de los “pagos soberanos”
Hasta cuando habla de la deuda y el FMI se ven los límites del relato cristinista. Porque dice que “nuestro país fue endeudado por el préstamo más grande del que se tenga memoria, ilegal también la forma de otorgarlo por parte del FMI”. Pero no plantea desconocer esa deuda ilegal. Al contrario, propone pagar completa esa estafa. Y lo define como pago soberano al rememorar a Néstor Kirchner cuando pagó de contado la anterior deuda al FMI, sin cuestionarla.
Cristina, Máximo y la Cámpora critican a Alberto que pagó más de 10 mil palos verdes por esa estafa. Aunque no movieron un dedo ni ganaron las calles contra el Fondo para lograr lo opuesto: un default o no pago soberano.
Porque equivale a los U$S 10.000 millones que pagó junto a Néstor en 2006, de una vez y al contado al FMI. O lo que hizo con Kicillof, al pagar el 100% de la deuda al Club de París por otros U$S 9.700 millones en 2014. Por eso Cristina se reconoce “pagadora serial” de la deuda.
Por otra parte, para un movimiento que nació con consignas pintadas a “tiza y carbón”, de tono contrario al imperialismo yanqui como aquel “Braden o Perón”, en referencia al embajador de EEUU, Spruille Braden, en la campaña política de 1946 con la que Perón fue electo presidente; ver a Cristina reunirse con el embajador Marc Stanley, el Braden actual, para pedirle que la ayude a recuperar la plata fugada al exterior y no declarada al fisco para que hagan un aporte especial del 20% de ese dinero, es todo un símbolo. Porque dicen con eso saldar la deuda trucha. Otro cuento más.
En definitiva, más que inquietarse por el crecimiento de Milei o que después de sus gobiernos llegue la derecha macrista por tanto gobernar “complaciendo al capital”, lo que le preocupa al kirchnerismo es que no crezca la izquierda. Así lo expresó cuando le habló a la juventud de la Cámpora en su discurso en la ex ESMA.
Porque sus críticas no exceden los marcos del sistema ni implican un plan alternativo de ruptura y transformación. Se trata de un relato bien construido con el que buscan no seguir perdiendo votos, influencia y militancia ante el avance del Frente de Izquierda Unidad.
Por eso en la ex ESMA llamó al empresariado a que confíen en el PJ, les propuso “una alianza virtuosa entre el capital y el trabajo”, insistió con su versión del “triunfo del capitalismo y la derrota del campo socialista”, al servicio de criticar a la izquierda. Inquieta por las recientes elecciones, señala: “si vemos los votos de las dos coaliciones principales, sumaron un 70%. En 2019 habían reunido casi el 90%”. En un alerta de lo que en verdad le preocupa.
El PJ y la lucha o conciliación de clases
Con su ilusoria apelación al Estado de bienestar, Cristina apunta a la línea de Perón en aquel discurso del 1º de Mayo de 1944, donde afirmó: “Buscamos suprimir la lucha de clases, suplantándola por un acuerdo justo entre obreros y patrones, al amparo de la justicia que emana del Estado”.
Al fomentar esa ideología reaccionaria del PJ sobre la conciliación de clases, entre los capitalistas y trabajadores con intereses antagónicos, Cristina solo vuelve con la trillada idea de un Estado supuestamente árbitro entre las clases en disputa. Cuando sus intereses son irreconciliables porque lo que es bueno para el patrón, suele ser malo para el obrero y viceversa.
Todo beneficio o conquista obrera, como un mayor salario, mejores condiciones de trabajo o estabilidad, perjudican al capitalista que siente caer su tasa de ganancia. Y ese Estado corre en auxilio de la patronal a partir de otra falsa conciencia: la teoría del derrame. Donde sería bueno dejar al empresario que gane plata.
Quienes insisten en defender los postulados K, hacen gala de un posibilismo conservador. Porque insisten en que no es posible salir del marco capitalista ni romper con el FMI. Y que el lucro resulta necesario porque la búsqueda de ganancia sería lo que mueve la economía. En eso se parecen a los libertarios al no cuestionar los pilares capitalistas ni a sus bancos, corporaciones, ni a las privatizadas, tampoco a la megaminería o el fraking como supuestos puntales del desarrollo.
Pero esa receta ya se aplicó durante los gobiernos de los Kirchner. Cuando hicieron concesiones sociales parciales al contar con los ingresos de la soja y el viento de cola que favoreció a economías emergentes como la Argentina. Aunque lejos de lo que significaron las conquistas obreras arrancadas en 1945.
Sin socialismo no hay solución
Al igual que en esa década desaprovechada, nuestro país sigue asumiendo el rol asignado por el imperialismo en la división internacional del trabajo. El de una semicolonia, con su economía primarizada, extractivista y de servicios, asentada en la producción de materias primas con poco valor agregado. Destinada al saqueo, la fuga de capitales y el pago de una fraudulenta deuda eterna.
Para romper ese ciclo de decadencia y salir de la catástrofe social actual, ni Cristina ni Alberto ni el Frente de Todos sirven para frenar a la derecha y el avance de los libertarios como Milei. Quien afirma que “la justicia social es injusta porque básicamente implica robarle el fruto del trabajo a una persona y dárselo discrecionalmente a otra”. Es decir, se niega a ajustar a los ricos para atender las carencias de los más empobrecidos. Y rechaza hasta la tibia propuesta oficial de capturar algo de la ganancia imprevista del agronegocio, gracias a la brutal guerra en Ucrania.
Ni CFK ni Alberto sirven para enfrentar a un Milei que critica “la igualdad de oportunidades”, diciendo que “deriva de un acto fatalmente arrogante y violento”. Que pide cerrar el Banco Central y hasta el ministerio Educación, que exige a gritos la reforma laboral y jubilatoria, además de la dolarización. Un decálogo del libre mercado en el que Milei reivindica a antiobreros como Ronald Reagan, Margaret Thatcher o Bolsonaro y elogia a Menem y Cavallo.
En ese sentido y retomando lo del triunfo capitalista que dice ver Cristina, ¿será el de un país donde 5 de cada 10 pibes es pobre? ¿Dónde el 60% de sus trabajadores gana 50 mil pesos? Mientras la riqueza de Paolo Rocca creció U$S 200 millones, lo mismo que la de Roemmers y la de Perez Companc subió U$S 400 millones, al igual que otros mega ricos “nacionales”. Por lo que, en lugar del aporte solidario y por única vez de Máximo y Alberto, lo que se necesita es tocar en serio los intereses de este puñado de ricachones para atender las carencias de millones.
Porque mientras la inflación no para y la plata no alcanza, el kirchnerismo y a Guzmán se “pelean”, pero sin ajustar a los formadores de precios ni mejorar los ingresos de los trabajadores y sectores. Por eso la alternativa a esta derecha pasa por postular con más fuerza al Frente de Izquierda Unidad y al MST.
Porque proponemos ampliar esa unidad de la izquierda con luchadores que honestamente se reivindican peronistas. Ya que hoy, las tres banderas de la independencia económica, soberanía política y la justicia social que el PJ arrió hace mucho, solo las expresamos en el programa emancipador y de clase del FIT Unidad.
La crisis sistémica capitalista, exacerbada con la pandemia y la guerra, no deja espacio para las medias tintas. En un mundo y un país que se polariza, no hay solución sin socialismo. Sin romper con el Fondo y saldar la única deuda legítima, la deuda social. Con un plan de emergencia donde la crisis la paguen quienes la generaron, los ricos y sus políticos.
Te invitamos a sumarte al MST para plantar con fuerza al Frente de Izquierda Unidad como la alternativa que puede frenar a la derecha y a los Milei. Para pelear por un gobierno de los únicos que nunca gobernamos, los trabajadores y el pueblo.
1. Nahuel Moreno, Las Revoluciones del siglo XX, 1986, Edit. Antídoto.