Al parecer la juventud cambió. Dejó de ser ese sector social que encabezaba las movilizaciones latinoamericanas, la vanguardia feminista, la resistencia al extractivismo. Aparentemente ahora la juventud elige el libre mercado y cambió la gomera por la motosierra. ¿Esto es así? ¿La juventud se volvió reaccionaria?
Escribe: Nicolás «Rulo» Mileo
Diciembre del 2023, no solo termina un año (largo) sino también el gobierno peronista de los Fernández y Massa. Luego de un año entero atravesado por elecciones toca parar la pelota, analizar el estado de situación y ver las perspectivas. Con los resultados electorales ya establecidos, uno de los elementos destacados fue el apoyo que el actual presidente recibió de los sectores jóvenes. Quien mira únicamente la foto, podría concluir que hay una conversión reaccionaria de la juventud, perdiendo una de sus principales características identitarias: la rebeldía contestataria. Sin embargo, observando la dinámica de los últimos años, la conducta en el voto joven tiene un poco más de sentido. Basta con mirar el deterioro de los principales índices económicos para entender ante qué se rebeló la juventud.
Los pibes en su laberinto
A los jóvenes los atraviesan, entre otros, 3 grandes conflictos: el empleo digno, la vivienda, y la salud mental. Estos 3 puntos están relacionados entre sí. Todas las encuestas de los últimos años muestran un permanente aumento de la pobreza y la indigencia en los sectores jóvenes, llegando a ubicarse por encima del 52% en los resultados del 2023. Lo mismo ocurre en los registros de ingresos, no sólo por el derrumbe de empleo digno, sino también por la reducción del valor real del salario. Esto, combinado con una crisis habitacional que ya lleva años, hace que la vivienda propia sea un sueño irrealizable y el alquiler accesible una epopeya. Incorporarse a un empleo estable y mudarse de la casa de los padres son dos pasos fundamentales para poder proyectar una vida con garantías mínimas. La falta de esas garantías, la ausencia de estabilidad económica y el deterioro educacional, son las características principales que dieron origen a la generación llamada «ni-ni». Su impacto en lo emocional explica el protagonismo que viene teniendo la salud mental en los últimos años. La angustia, la apatía, la depresión… son un reflejo emocional de las condiciones materiales descompuestas sobre la que crecen las nuevas generaciones. Y los responsables de haber llevado a la juventud a esta situación son «los gobiernos progresistas», «los de izquierda». El doble discurso kirchnerista con resultados económicos paupérrimos condujo a que, sobre la base de la crisis económica, se discuta absolutamente todo.
Los 4 años de gobierno peronista no fueron gratuitos. Los Fernández llegaron a la presidencia sembrando expectativa de un progreso distributivo, empezando por los últimos, facilitando el acceso a los derechos, etc. Sin embargo, no solo no hubo un cambio de orientación respecto a lo anterior, sino que además la crisis se profundizó. Se reconoció la estafa adquirida por el Macrismo con el FMI, se profundizó la matriz extractiva, se aplicó el ajuste. Hacer los balances correspondientes para tener la mayor precisión en el diagnóstico es fundamental. Después de 3 gobiernos consecutivos con recesión económica, con una política de ajuste aplicada por todas las fuerzas, con una ambivalencia sostenida entre lo que se dice y lo que se hace, decir que «los jóvenes se hicieron de derecha» es una canallada. El problema no son los jóvenes, el problema es el fracaso de la política que después de años de frustración terminó desencadenando la resignación.
Panic Show a plena luz del día
El triunfo de Milei pone en jaque varios derechos adquiridos por la juventud. Alrededor de La Libertad Avanza se organizan las fuerzas más reaccionarias de nuestra sociedad: movimientos religiosos, el sistema financiero-especulativo, la oligarquía terrateniente, etc. Sectores conscientes de que el ajuste que necesitan no puede limitarse al recortar el valor del salario, sino que necesitan avanzar en reformas estructurales del régimen laboral, de la salud, de la educación, de derechos democráticos como son todas las reivindicaciones de género. En fin, no está claro hasta dónde puede llegar el intento de la motosierra, sin embargo, en el discurso de apertura de su gestión, Milei dejó ver cuál sería su hoja de ruta en la política educativa para el 2024.
El presidente construyó un discurso apocalíptico con números exagerados (por ejemplo una proyección de 15.000% de inflación interanual) para justificar el brutal recorte que tiene planificado. Se trataría de una liberación de precios que puede alcanzar una inflación anual por encima del 200% sosteniendo el presupuesto del 2023. Esto significa que sobre el crecimiento exponencial del conjunto de precios de bienes, servicios y mercancías, la partida para educación se mantendría fija respecto al 2023. De cumplirse esto, el recorte en términos reales superaría al 50%, lo cual podría dejar a las universidades sin funcionamiento antes de mitad de año. En estos casos las partidas extraordinarias dependen de la presidencia.
Como dijimos, la juventud de este período está marcada por la inestabilidad. La política de Milei pone como el eje central el control de la inflación, sin embargo, de lograrlo, lo haría profundizando la precarización en todos los aspectos de la vida y por ende, aumentando dicha inestabilidad. En nuestro país ninguna reforma reaccionaria ocurrió sin que antes se diera una batalla a capa y espada en la defensa de los derechos. En los años que vienen, y en la medida en que las políticas reaccionarias se apliquen, surgirá una fuerza de resistencia en los centros de estudios, en los puestos de trabajo, en las calles, la cual debe transformarse en la materia prima de la organización de la resistencia en primer término y de la posibilidad de una salida alternativa, en segundo.
Atate las zapatillas
Es de perogrullo aclarar que en este marco la primera tarea inmediata de la juventud es organizar la resistencia para no retroceder. Esta etapa recién comienza, aún no sabemos qué frentes serán los más dinámicos, pero debemos estar preparados para activar, movilizarnos y organizarnos en todos lados. Además con el triunfo del libertario se reabrieron una serie de debates que en nuestro país parecían estar saldados ¿Lo que ocurrió en los 70 fue una guerra? ¿El libre mercado genera riqueza? ¿Abortar es matar una vida? ¿Milei es el fascismo? La clave en el período que comienza va a estar en la capacidad que tenga cada sector social en construir una correlación de fuerza favorable. Para esto hay dos elementos centrales: por un lado, está la acción, la movilización. Esta es una variable independiente que ocurre como reflejo de los pueblos a las medidas reaccionarias de los gobiernos pero que sin articulación y unidad pierde su potencia. Pero por otro lado, está la batalla de ideas, la disputa de sentido, la capacidad de construir respuestas a las necesidades sociales.
Milei encabeza la reforma liberal-burguesa, a través de su exacerbación del individualismo pretende relativizar la importancia de los derechos colectivos para así poder atacarlos. El discurso del «sálvese quien pueda» elimina la empatía y solidaridad con el se cae por no contar con las mismas posibilidades. En fin, toda una ideología al servicio de atacar a las mayorías y sus derechos. A esta visión, le seguiremos contraponiendo nuestro proyecto colectivo, internacionalista, anticapitalista. Porque la cooperación siempre será un sistema superior a la competencia, porque los bienes comunes son imprescindibles para la vida y no tienen precio. Porque somos de una clase, de un sector social, que sigue prefiriendo la liberación colectiva a la libertad individual, y que sabe que para que esa lucha triunfe es imprescindible organizar la salida política que la encabece. En ese camino estamos organizando la LIS, el MST y la juventud socialista. Que el 2024 no sea ni de miedo, ni de resignación, sino que nos encuentre en la lucha y la organización.