Las nuevas generaciones vengarán a los mártires de la revolución
El 40º aniversario del Golpe encabezado por el genocida general Pinochet encontró a Chile con dos escenarios bien delimitados. Por un lado su presidente de derecha Sebastián Piñera hablando de “abandonar los traumas del pasado”. Por el otro fuertes manifestaciones reprimidas por los carabineros herederos del régimen de Pinochet, que han sobrevivido gracias a los gobiernos de la Concertación (Coalición del Partido Socialista y la Democracia Cristiana).
Y aunque la pelea es larga, debido fundamentalmente a las traiciones políticas de las conducciones tradicionales del movimiento de masas chileno, esto es al PS y al PC. Es en las calles de esa… “Santiago ensangrentada” y de las principales ciudades del país, donde con la juventud a la cabeza, se están librando las batallas para terminar con todos los restos de ese régimen asesino que aún perduran en la vida del hermano país.
11 de Setiembre de 1973, una fecha trágica para Latinoamérica
El golpe en Chile causo una conmoción tremenda en su momento en toda la vanguardia mundial y en particular en nuestro subcontinente. La Argentina fue uno de los países del mundo donde se realizaron las movilizaciones más numerosas de repudio y en solidaridad con los miles de detenidos, torturados y asesinados de la Dictadura chilena.
Los militares pinochetistas descargaron una represión brutal, hasta entonces poco conocida en la región, para asegurar la tranquilidad del imperialismo yanqui, los grandes empresarios y oligarcas de Chile, y derrotar a uno de los procesos revolucionarios más profundos de la década del 70.
La revolución de los Cordones Industriales
Si la saña del imperialismo yanqui y sus asesinos locales fue tan grande, es porque Chile de los principios de los 70 era un espejo donde se miraban millones de trabajadores latinoamericanos, que esperaban que Chile siguiera el camino de la revolución cubana.
No era para menos, el proceso político que llevó el 4 de marzo de 1970 a ganar las elecciones y que asumiera el gobierno de la Unidad Popular (coalición del Partido Socialista, el Partido Comunista y partidos menores) que contaba con la bendición de Fidel, había generado una gran movilización popular, cuyo punto más alto lo expresaba un alto nivel de organización, un verdadero “doble poder” obrero, expresado en los llamados Cordones Industriales.
Los Cordones Industriales fueron las organizaciones que se había dado la clase obrera a partir de junio de 1972, y que reunía todas las fábricas de un determinado sector, con sus direcciones elegidas por las bases. Además incluían a las fábricas chicas que no estaban integradas a la Central Única (CUT dirigida por el PC) por no tener sindicato. Los delegados a los Cordones no eran necesariamente los dirigentes sindicales burocratizados. No tenían como eje las tareas económicas sino políticas, tales como organizar la defensa del territorio, establecer qué industrias del sector debían pasar al área social, y determinar los métodos de lucha (tomas, movilizaciones, concentraciones, huelgas, etc.) (Revista de América Nº 11)
El Cordón Industrial más importante que era el Cordón de Vicuña Mackenna reunía a 350 empresas y en el momento del golpe existían en Chile 31 Cordones, 8 de los cuales estaban en Santiago.
Las enseñanzas de la tragedia chilena
Como señala el compañero Bodart en su crítica “a la vía pacífica”, los intentos permanentes de Allende y el gobierno de la UP de conciliar con el enemigo de la revolución fueron desarmando la enorme energía del pueblo chileno frente a una reacción que avanzaba cada vez con más fuerza.
En vez de ir contra los grandes monopolios y la oligarquía, que generaban un grave desabastecimiento, disuelve las JAPs que se lanzaron en octubre del 72 al control de la distribución, abriendo comercio, atacando el acaparamiento y el mercado negro. En lugar de desarrollar el poder popular expresado en el desarrollo de los Cordones Industriales, el gobierno de la UP prefería sostener a una CUT completamente burocratizada.
Luego del “Tancazo” (primer intento fallido de golpe), el gobierno se negó a vetar la ley de control de armas por la cual las fuerzas represivas podían allanar las fábricas y perseguir la autodefensa obrera. En lugar de apoyar a los marinos que en Valparaíso se organizaron contra los que preparaban el golpe, se los abandonó a su suerte permitiendo que fueran perseguidos, encarcelados y torturados por sus jefes.
Y justamente cuando la reacción se preparaba a dar el zarpazo final, un nuevo gabinete cívico-militar y asiduas negociaciones con la cúpula de la Democracia Cristiana (el principal partido patronal del país que apoyó el golpe) terminaban de desarmar políticamente a un pueblo que luchaba contra el fascismo.
Los que en aquel 11 de setiembre de 1973 nos movilizamos con los puños apretados contra la bestia asesina, hoy confiamos en que las nuevas generaciones que en Chile luchan por sepultar lo que queda de ella, recojan estas lecciones y lleven la batalla contra las corporaciones y el imperialismo hasta el final.
Gustavo Giménez